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John Lennon en Caracas otra vez

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Paul Salazar,incansable.

Paul Salazar  y  su esposa Aura D’Arthenay preparan otros espectáculos para este año exótico que es el 2020  y no podíamos dejarlos pasar desapercibidos para nuestros lectores de EL ESPECTADOR VENEZOLANO. Ha aquí la entrevista:
¿0tra vez por aquí como en los viejos tiempos?
Como en los viejos tiempos, cosa que siempre le he agradecido. Nuestro primer encuentro fue en 1989, en la Escuela Cesar Rengifo donde usted reseñó un homenaje que le hicimos a Isaac Chocrón. Tuve la suerte de ser mencionado por usted, y lo recuerdo tal cual hoy. Luego, desde la fundación de Pequeño Grupo, ya hace 20 años. Nunca podré olvidar el apoyo que recibí de usted y de Carlos Herrera, sus notas fue un gran estímulo para nosotros.
¿Qué preparan y para cuándo?
Preparamos los  festejos teatrales por los 20 años de Pequeño Grupo, y lo pensamos celebrar con Yo soy John Lennon, Don Shakespeare y Un duende en navidad, obras, muy queridas por nosotros. No tenemos salas concretas, pero sabemos que vamos al Festival de Teatro con Yo soy John Lennon. Tenemos también Y que Dios me perdone a presentar en el Festival de Monólogos de la Escuela Nacional de Artes Escénicas César Rengifo, con estudiantes de la institución y luego el montaje quedará en el repertorio de nosotros. Seguramente en el último trimestre del año nos presentaremos en el Laboratorio Anna Julia Rojas, gracias a Carmen Jiménez. Veremos. El año que viene se cumplen 80 años del nacimiento del gran Felipe Pirela y sería estupendo poder presentar nuestra obra La última voluntad de Felipe Pirela. Igual, me gustaría montar una de esas obras engavetadas que tenemos. Tengo elcompromiso, y el inmenso deseo de escribir y sacar adelante un proyecto que es llevar al teatro, la vida y trayectoria de dos grandes cantantes de salsa enVenezuela, Marianella, La Rubia de La Salsa, y Mariana, la sonera de Venezuela, ambas grandes artistas, eso es algo muy importante para mí, y aunque el estudiode sus vidas y las entrevistas están realizadas, el tiempo ha atentado con eso, pues mis procesos son muy complicados y necesito escribir el mejor texto posible, en eso estoy.  
¿Cuántos espectáculos tiene disponibles?
Yo soy John Lennon, y muy pronto ya tendremos Don Shakespeare y Y que Dios nos perdone. Hemos estrenado en estos 20 años 14 obras. 12 escritas por nosotros, una de Oscar Acosta, la otra de Armando Africano. Tenemos varias obras inéditas, seis o siete, todavía sin estrenar. Muchas de nuestras obras ya presentadas tienen diferentesreestrenos, han realizado numerosas temporadas.
¿Hay algunas giras por el interior o por el exterior?
Realmente no. En Guanare están montando algunos de nuestros textos, Y que Dios nos perdone, de la mano de Rubén Uzcátegui y Héctor Rodríguez y el equipo que los acompaña, y lo mismo pasa en la Isla de Margarita, con Daniel Fagúndez y su gente. Él, eventualmente monta algunos textos nuestros por allá. Agradecido de todos ellos.
¿Qué pasa con el Festival de Caracas?
Bueno, vamos para el Festival con Yo soy John Lennon, lo cual nos contenta mucho, pues este año 2020, se cumplen los 80 años de nacido de Lennon, los 40 de fallecido y los 10 de haber estrenado esta obra con la Fundación Rajatabla. Eso, sumado a los 20 años de fundados, es realmente una fecha redonda. Daremos todo de nuestra parte, como siempre, en estas funciones.
¿Cómo está el asunto económico en lo referente a las producciones y reposiciones?
Igual que siempre, esto no lo digo ni por mal ni por bien, es una realidad, siempre cuando hacemos una producción se realiza con mucho esfuerzo, mística y entrega de parte de los involucrados, al rigor de Aura, y al amor que se le tiene al teatro, que nos ha dado todo. La creatividad al máximo para que la carencia económica no merme la calidad de la obra.
¿Vale la pena esos sacrificios por el teatro?
Claro que sí. No vemos nuestras vidas alejadas del teatro. No digo que hay sus días de tristeza, dolor, de flaqueza, pero no llegamos a querer renunciar al teatro o cosas así. El teatro nos ha dado mucho, y nosotros queremos darle todo. Ahora, que en nuestra Alma Mater estamos dando clases, nos lo tomamos muy en serio, quiero darles a los jóvenes que hoy se forman todo lo que podamos, lo que sepamos, la experiencia acumulada. Y realmente, estos chicos son admirables, el sacrificio que hacen muchos de ellos es inmenso, con la ilusión de ser teatreros, increíble. Nos orgullecen algunos logros, nos asombran algunas cosas, nos entristecen otras. Seguro estoy que es lo que les ocurre a la mayoría de los grupos, subidas y bajadas. Somos responsables de muchas de las cosas que nos pasan, seguramente hemos cometido errores, y eso hay que aceptarlo. Cada vez intentamos hacer lascosas de mejor manera. Es difícil evaluar el camino recorrido, a veces ocurren situaciones que nos animan y dan a entender que algo se ha sembrado en el tiempo y se ven los frutos, otras veces, no. Pero esto es así. Nosotros tratamos de hacer lo nuestro con mística, seriedad, respeto al público. Siempre me gusta resaltar eso, la seriedad al enfrentar un proyecto, por más modesto que sea, son 33 años de trabajo, muy de hormiguita. 
¿No se han cansado?
Cansado, no. No voy a negar que hay momentos duros. Obviamente ya los 52 años pegan. Me siento bien, con fuerzas, pero es difícil. En el caso de nosotros -Aura y Paúl-, donde lo hacemos todo, incluyendo escribir la obra, es difícil, pero es el mismo caso de la inmensa mayoría de los grupos. Algunos logran más proyección. Hemos tenido grandes colaboradores. Actualmente nos apoyan varios estudiantes de la Escuela “César Rengifo”, y es gratificante, siempre estoy en la reflexión con ese tema. Entré a la Escuela hace 33 años, muchos de esos muchachos ni habían nacido, y hoy estamos trabajando gracias a un mismo vinculo, la César Rengifo, eso siempre me hace reflexionar, recordar esos inicios, recordar a Luis Pardi, a todos esos maravillosos profesores que dieron el alma por nosotros, a los compañeros con que estudie, hermanos muchos de ellos. Eso me da ánimo. Me preocupa que cada vez tengo menos tiempo para escribir, pues la Escuela y el Grupo quitan mucho tiempo, y mis procesos son muy complicados.  



El Ateneo de Caracas ahora está en las Colinas de los Caobos

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El teatro es el plato fuerte ateneista

Un salón con una sinuosa escalera da la bienvenida al visitante del Ateneo de Caracas. En un espacio contiguo hay un piano de media cola que aporta más elegancia al diseño. Tras una puerta de vidrio, el regalo: una generosa vista de la ciudad desde una terraza que dispone de mesas, sillas y cómodos muebles. Un café, ahora con nueva administración, brinda la posibilidad de dar al paladar un regalo como un suculento platillo gourmet, una copa de vino tinto o simplemente una infusión. Además de la amplitud de la casa, sus jardines y cómodo estacionamiento, ahora cada domingo hay una serie de selectos espectáculos que promete hacer volver al público una y otra vez.
La programación comienza este 15 de marzo, a las 11:30 de la mañana, con el montaje teatral La Commedia de Fausto, un ejercicio escénico donde se narran las aventuras de aquel personaje que decide pactar con el mismísimo demonio.
Bajo el concepto y dirección de Francisco “Pancho” Salazar, La Commedia de Fausto está compuesta por tres actos y nueve escenas que cuentan, a la manera de una rapsodia, las aventuras de Fausto, aquél legendario mago que decide pactar con Mefistófeles, el diablo que "siempre miente". Un pacto que testifica con su propia sangre y del que obtendrá fortunas, juventud, amores y especialmente conocimiento y poder. Todo ello a cambio de su propia alma inmortal.
Con el apoyo de textos de Marlowe, Goethe, Mann, Reinaldo Arenas, Shakespeare, Nietzsche, Rilke y las hermanas Wachowsky, el montaje, que se realizará en el salón principal junto a la escalera de caracol, cuenta con las actuaciones de Roberta Zanchi y Marco Villarrubia como Mefistófeles, y Humberto Ortiz y Teo Gutiérrez como Fausto.
La programación continuará el domingo 22 de marzo, con Cuentos para dos voces con los actores  Juvel Vielma y Somar Toro, y cierra el mes el 29 de marzo con un exquisito café concert de la actriz y cantante Violeta Alemán y Carlos Jorgez, acompañados al piano por Gregory Antonetti.
Talleres, el plato fuerte
Con el taller de Técnica Vocal y Manejo de la Voz de la maestra Felicia Canetti en marcha, el Ateneo de Caracas abre otras opciones como el taller de Script para cine a cargo de Laura Goldberg que inicia este 9 de marzo; el de Asistencia de Dirección, también facilitado por Goldberg, desde el 23 de marzo; el taller Produciendo videos efectivos en redes sociales para emprendedores de la mano de Juan Carlos Córdoba, Gabriela Andrades y Francisco Rodríguez, desde el 17 de marzo; el de Producción de Comerciales con Carmen Rivas como facilitadora, que arranca el 31 de marzo; y el de Vestuario para cine con Ana-Cape-Grillet y Reinaldo Escobar del 15 al 17 de abril. Al concluir cada uno de los talleres se entrega certificado. Información e inscripciones: 0212-7937015/ 0414-3170717/ formacion.ateneo@gmail.com.
Así pues, los espectáculos en el Ateneo de Caracas reinician este 15 de marzo, a las 11:30 am, con La Commedia de Fausto de Pancho Salazar. Entradas a la venta en la taquilla y en solotickets.com. El Ateneo está ubicado en Colinas de Los Caobos, avenida La Salle, quinta La Colina (antes de llegar a Venevisión). Hay seguridad y estacionamiento.  Más información en https://ateneodecaracas.wordpress.com y en Instagram como @ateneodecaracas.
 Más sobre el Ateneo de Caracas
El 8 de agosto de 1931 nace el Ateneo de Caracas desde la necesidad de generar un espacio para la creación, la concordia y la confrontación en el campo de las artes y del pensamiento. A partir de ese día se inicia la vida de esta institución como protagonista y espectadora de las grandes transformaciones del país y, al mismo tiempo, el de la cultura venezolana contemporánea, donde la mujer juega un papel fundamental en el desarrollo cultural; tan es así, que María Luisa Escobar, Anna Julia Rojas, Alicia Larralde de Ferrero, Ana Mercedes de Morales Lara, Carmen Bouza de Musche y María Teresa Castillo, han sido sus conductoras consecutivamente desde su gestación.


Una Antígona para el siglo XXI

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Un espectáculo alucinante.

En ocasión de la temporada en la sala Rajatabla del espectáculo Antígona,  hay que recordar que el teatro como manifestación artística, en el mundo occidental, tuvo su origen hace ya miles de años y que el que ha sido parte de la cultura de América latina se originó en Grecia.
En esas milenarias representaciones, de las que hay testimonios escritos, participaban solamente los hombres  y en  la sociedad griega  se caracterizó por ser patriarcal, esto desde la familia. Las mujeres no tenían la oportunidad de participar en las mismas actividades que realizaban los hombres, pero cuando hablamos de actividades, nos referimos a las de todo tipo y una de ellas era el teatro.
En el teatro griego  todos los actores eran hombres. Pero en las obras en las que se requería mujeres, se recurría a los jóvenes o adolescentes griegos, quienes aún poseían una figura delgada, y sobre todo una voz ligera y aguda, similar al de una mujer, además usaban atuendos de color rosa o colores suaves que obviamente darían a entender a los espectadores que se trataba de una mujer.
Además del teatro la vida de la mujer griega estaba limitada a labores netamente hogareñas (educación de los hijos y labores domésticas) y en algunos casos, eran usadas como juguetes sexuales.La principal fuente de información de las mujeres en esta época es homérica: la Ilíada y sobre todo la Odisea describen numerosas escenas de la vida cotidiana, donde las mujeres tienen un papel importante.
Los deberes de la mujer giran alrededor de la casa. La señora de la casa era la que se ocupaba de la familia y del hogar. En las casas de los personajes importantes había muchas esclavas. Todos los alimentos eran preparados en la casa por esclavas y servidos por ellas.
Las ropas se hacían en la casa, y en esta tarea estaban implicadas las mujeres de la realeza, así como las esclavas. Las mujeres solían sentarse junto al fuego a hilar y tejer, en el centro de la habitación principal de la casa. Las tablillas procedentes de Pilos, escritas en lineal B, mencionan como tareas de las mujeres el buscar agua y preparar los baños, hilar, tejer, moler grano y recogerlo.
Las mujeres de la realeza tenían un triple papel, como esposas, reinas y amas de casa. La mujer se instala en la casa de su esposo. La unión es monógama, tanto en el mundo de los héroes griegos como en los troyanos.
La  literatura épica pinta atractiva de la vida de las mujeres. Andrómaca y Helena paseaban libremente por las calles de Troya, aunque siempre con escolta, y las mujeres aparecían en el escudo de Aquiles ayudando a la defensa de las murallas de la ciudad.  Podían permanecer en las habitaciones públicas en presencia de invitados varones sin escándalo. No sólo las concubinas sino también las esposas legítimas podían ser consideradas deseables. El poder femenino a muchas les toco parecido destino, cuando se ultraja al poder, ejercido por los hombres, y se trasgreden los limites, siempre se pagaba en moneda de sangre.
El poder femenino llega a través de la rebelión de Antígona. Ese personaje casi mitológico que traspasa la ficción y la temporalidad para reasignarse en cada espacio y tiempo donde lo femenino resiste para clamar justicia, donde la lealtad es una ley absoluta de la propia muerte.
Esta Antígona contemporánea, que viene a ser  la voz de  condenados y  condenadas estará en Rajatabla hasta 22 de marzo.  Se trata de un excelente trabajo teatral  que versiona  textos de Marguerite Yourcenar y Griselda Gambaro, valiéndose del  texto original de Sófocles  para darle al drama así una alegoría dolorosa de la realidad histórica
La obra actual que dirige Jericó Montilla y actúa Valentina Cabrera, donde Niki García tiene su participación, se muestra  a la sociedad de Tebas después de la muerte de los hermanos Eteocles y Polinice, donde reina Creonte, quien ha prohibido dar sepultura al cadáver del Polinice, pero Antígona, su hermana, a pesar del decreto del tirano, obedeciendo a sus sentimientos de amor fraternal, se propone ir a sepultarlo y así se lo comunica a su hermana Ismena. Esta rehúsa acompañarla; entonces ella decide realizarlo sola, pero es detenida y conducida ante el tirano Creonte que la condena a muerte. Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, pide a su padre que derogue esta sentencia, que considera injusta. Su padre no accede, y el joven se va al antro en donde ha sido encerrada Antígona; pero, cuando llega ésta ya se ha suicidado. El adivino Tiresias anuncia a Creonte  los tristes acontecimientos que deducidos de sus presagios se avecinan, y el coro exhorta a Creonte a que, para evitarlos, rectifique su sentencia y  perdone a Antígona y dé sepultura a Polinice. Creonte, aunque de mala gana, accede; pero tardíamente, pues Hemón, en su desesperación, al encontrar a Antígona muerta, se suicida a la vista de su padre. Un mensajero viene a anunciar a la reina Eurídice  la muerte de su hijo. Ella, enloquecida por el dolor que le produce la noticia, se retira en silencio y, dentro del palacio, se hunde una espada y muere increpando a Creonte por la muerte de sus hijos. Creonte se ve castigado, como lo dice el coro: “¡Qué tarde parece que vienes a entender lo que es justicia!”, y añade: “Hay que ser sensato en las resoluciones y no violar las leyes escritas”
 Esta Antígona, del año 2020 en la capital venezolana, es una bofetada a los tiranos contemporáneos que están dispuesto a sacrificar hasta sus propios hijos para no ceder en sus posiciones de un poder que es  totalmente fútil.
Más allá de lo que predicaron los griegos y lo que ha mostrado la contemporánea Jericó Montilla, hay que admitir que los tiranos nuestros, en todas la América y buena parte de Europa y algunos países asiáticos, son más sensatos y no solo detestan a las mujeres en espacial, sino a todos los que se le oponen.
Lo que vimos en la histórica sala que es presida por una estatua del argentino Carlos Giménez, es excelente como puesta en escena y por todas las diversas y difíciles caracterizaciones que asume la  primera actriz Valentina Cabrera. Le damos gracias a los dioses del mundo, a sabiendas que solo hay uno, el  mismo Dios de los hebreros y los cristianos, de que hemos avanzando aunque todavía hay mujeres a quienes las fulminan y las defenestran sin importarles las sórdidas cifras de los feminicidios.
Y no decimos más, salvo que hombres y mujeres, además de transexuales masculinos y femeninos, deben ver éste espectáculo y sacar sus propias conclusiones, sin olvidarse jamás de que todos nacemos de una mujer, la matriz donde todos somos concebidos, y perdónenme la elementalidad de mis razonamientos sobre la insensatez humana que cunde.



"Pepe" Domínguez destaca en España

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"Pepe" reaparece en Europa
José (Pepe) Domínguez Bueno,quien trabajo muy positivamente largos años en la Fundación Rajatabla de Caracas, está ahora en Europa y desde alla anuncia que viene de conseguir el II Premio Platta de Teatro Castilla y León con la pieza Voces en él limbo. El texto será publicado en la colección PLATTA en gallego, castellano y portugués, dentro de las actividades de la Plataforma Transfronteriza de Teatro Amador. El jurado formado por María Rodríguez Salgueiro, Alberto Gil-Albert Gómez y Antón Lamapereira López, actuando de secretario con voz pero sin voto Pedro Pablo Riobó, por la erregueté destacó que el texto ganador “trata el tema de la inmigración en una serie de jiras de diálogos y monólogos corrosivos que colocan al público lector delante de un discurso cínico y descarnado que evita la menor concesión”.
El Premio PLATTA de Teatro Breve en tres lenguas nace en 2019 con el objetivo de estimular la escritura teatral y promover tanto su traducción como su difusión en los diferentes territorios que configuran la Platta, Plataforma Transfronteriza de Teatro Amador (Federación Gallega de Teatro aficionado, Federación de Grupos aficionados de Teatro de Castilla y León, Teatro del Noroeste – Centro Dramático de Viana y erregueté). 
El premio se estructura a lo largo del año en tres certámenes que se corresponden con la lengua del territorio que acoge cada uno de los festivales transfronterizos: I Premio PLATTA de Teatro Breve – de Castilla y León (castellano), I Premio PLATTA de Teatro Breve – Galicia (gallego), I Premio PLATTA de Peças Cortas de Teatro – Portugal (portugués). Este texto es el segundo de la colección PLATTA de teatro breve editada por la erregueté, y cofinanciada por la Agrupación Europea de Cooperación Territorial Galicia-Norte de Portugal

Teatro shakespereano en San Bernardino

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Tras los rotundos éxitos de los  protagónicos personajes shakespereanos  MacbethRey Lear y Medida por Medida, Los Reinos de Shakespeare da continuidad a la Experiencia Shakespeare quela Asociación Cultural Humboldt ha organizado con la finalidad de presentar clásicos del dramaturgo inglés, como OteloCoriolanoRomeo y Julieta, entre otros.
 En ese sentido, la ACH ha brindado a la audiencia una variada programación de teatro isabelino que inició en septiembre del 2019, reuniendo a diferentes agrupaciones teatrales de gran trayectoria en Venezuela, como lo son Grupo BagazosLa Máquina Teatro, Grupo AsklepiónFederico Pacanins Presenta, etcétera.
Con la presentación y la dirección artística de Federico Pacanins, y la producción general de Elizabeth Yrausquín, los espectadores podrán disfrutar de esta selección de monólogos y diálogos, ambientados musicalmente por el trovador escénico Juan Carlos Grisal.
Se presentarán textos de los siguientes clásicos: Medida por medida, bajo la dirección de José Tomás Angola. Actúan Antonio Delli, Gerardo Soto y Juan Carlos Grisal. Rey Lear, bajo la dirección de Gerardo Blanco López y la asistencia de Enith Pulido. Actúan Jorge Palacios, Patty Oliveros, Sandra Yajure, Carlos Abbatemarco y Jeizer Ruiz. Macbeth, bajo la dirección de Federico Pacanins. Actúan José Tomás Angola, Sandra Yajure y Valentina Garrido. Otelo, bajo la dirección de Javier Moreno. Actúan William Cuao y Antonio Delli.
Los Reinos de Shakespeare se presentará el próximo domingo 15 de marzo, a las 4 P.M., en el teatro de laAsociación Cultural Humboldt, ubicada en el corazón de San Bernardino, entre el Hotel Ávila y el IESA, Av. Juan Germán Roscio, cruce con Av. Jorge Washington, Caracas. .




Regresaron las peludas celestiales de Piacóa

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Ott, su esposa ,la hija de ambos y una amiga de la familia en Estados Unidos.


Peludas en el cielo, maravillosa obra de Gustavo Ott (Caracas,1963), regresa para presentarse en la sala 1 del Celarg, del 13 al 29 de marzo, bajo la dirección de Carlos Arroyo y con las actuaciones de Aura Rivas, Francis Rueda, Jorge Canelón y Ariana León, dentro del último dispositivo escenográfico  que diseñara Rafael Sequera. 
Esta pieza, ganadora del Premio Apacuana de Dramaturgia Nacional 2015, plasma el universo de cuatro venezolanos que se encuentran en la población  de Piacóa, estado Delta Amacuro, pero que cuyos anhelos y carencias pueden extrapolarse a cualquier realidad local o universal.
A Piacó a la acechan miles de mariposas palometas peludas, las cuales son la calamidad, la oscuridad y la amenaza de múltiples enfermedades de carácter eruptivo, por esta razón sus pobladores se preparan en sus casas, ante esta plaga que oscurece el día y pase sin dejar mayores males. Esta metáfora construida a partir de un fenómeno natural de la región, le sirve a Gustavo Ott para hablarnos de lo que como sociedad nos caracteriza.
La casa de las Pachecos, es el epicentro de esta saga. Allí nos encontramos con Yesenia -mujer de carácter recio, afectada por un dolor en la pierna, producto de un accidente que le ocasionó, una mariposa peluda - y su hija Mariana, quienes se ven obligadas a quedarse dentro de la casa, porque las mariposas peludas están por llegar. Intemporalmente se nos presentan el resto de los personajes: Luis Domingo González, director de cultura   de la Alcaldía, un doctor, además de director de teatro, carpintero, astrólogo, entre otros muchos oficios; y Rita, maestra graduada, doctora y de dudoso origen europeo.
La intempestiva noticia de que Rita puede haberse ganado la lotería, desatará el conflicto de la obra, al generar la ambición y proyectar los más íntimos sueños y caprichos de cada uno de los personajes, así como su verdadero carácter. Una Rita, maestra graduada, inconforme con su realidad, con un sentimiento de menosprecio, por su pueblo y gente, y un deseo fantasioso de irse a otro lugar, a su Europa imaginada donde todo es perfecto y bello. Una Mariana, que desea viajar a cualquier lugar del mundo, con la idea de conocer, pero también de evadir. Yesenia, quien siente claramente que no puede alejarse de sus paisajes, pero que se imagina con un yate, con piernas submarinas y cosas que hablen en inglés. Y un Luis Domingo, atrapado en medio de estas tres mujeres, que también se encuentra con su sueño de montar una transnacional de poesía, traficarla, venderla e invadir el mundo con el sueño utópico de que la poesía puede salvar al mundo.
“Con Peludas en el cielo entendemos que la poesía es un espacio perdurable, que nos acompaña durante toda la vida. ¿por que no venderla? ¿Por que no exportarla? ¿Por que no traficarla? A eso se reduce Piacóa, el mundo y nuestros sueños. Una “peluda” síntesis de cada uno de nosotros”, indica su director Carlos Arroyo.
TALLER CREATIVO
Gustavo Ott  nos confesó que  “Peludas en el cielo me tomó varios años. Estuve en el Delta en el 2011 (precisamente con talleres organizados por la Compañía Nacional de Teatro) y de allí viene el paisaje.  Siempre la pensé como una comedia de tesis, a la manera de Pony, porque dentro del lenguaje, entre el humor y la situación cómica, está la idea del continente recobrado pero sin garantías; una Latinoamérica como antídoto y escudo, pero también como amenaza, desengaño y derrota. Peludas en el cielo funciona como monstruo y me gusta pensar que esa bestia no está fuera de los personajes, sino en lo más íntimo de sus deseos, como en 80 dientes, 4 metros y 200 kilos.”



"Passport" la oferta del Trasnocho Teatral

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Passport de Gustavo Ott.
En el nivel Trasnocho Cultural del C.C.Paseo  Las Mercedes, las diligentes gerentes Solveig Hoogesteijn y Kimberly Zambrano, coordinan una notable programación teatral, quizás la más importante del municipio Baruta de la Gran Caracas, al promediar este tercer mes del sorprendente marzo del 2020.
Atención, ahí presentan: Frutos extraños, unipersonal dancístico de Marcela Lunar. Passport, pieza de Gustavo Ott, dirigida por Danny Cruz con los actores Jeizer Ruiz, Antonio Delli y Angel Pelay. Gregory Canal de Fe, unipersonal centrado en la historia de José Gregorio Hernández, actuado por Sócrates Serrano y con puesta en escena de Miguel Issa. El viaje fantástico de Humboldt, espectáculo con visos de la Comedia del Arte, dirigido por Adriana Villalba y un elenco integrado con Francisco Díaz, Abilio Torres, y los alumnos de la Escuela de Arte Integral Teatro Abierto.
 El vestidor, obra de Ronald Harwood, que protagoniza Héctor Manrique (además es el director) y con el elenco que  componen Daniel Rodríguez,Juan Vicente Peláez, Martha Estrada, Nerea Fernández Jeslin Valbuena. ¿Te duele?,  del argentino César Brie, dirige Glenda Medina y actúa Mary Ann Moleiro. Y cierra El manual del levante, con dirección de   Rafael Romero, quien trabaja junto comediante Augusto Nitti.
Esta oferta teatral  tiene boletos que cuesta entre 180 mil y  300 mil bolívares, y las butacas disponibles, por montajes, son 100 y 320.El municipio Baruta no les cobra el impuesto legal.

Volvieron las palometas peludas a Caracas

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Nuevo montaje de la CNT.
Peludas en el cielo, maravillosa obra de Gustavo Ott (Caracas,1963), regresa para presentarse en la sala 1 del Celarg, del 13 al 29 de marzo, bajo la dirección de Carlos Arroyo y con las actuaciones de Aura Rivas, Francis Rueda, Jorge Canelón y Ariana León, dentro del último dispositivo escenográfico  que diseñara Rafael Sequera. 
Esta pieza, ganadora del Premio Apacuana de Dramaturgia Nacional 2015, plasma el universo de cuatro venezolanos que se encuentran en la población  de Piacóa, estado Delta Amacuro, pero que cuyos anhelos y carencias pueden extrapolarse a cualquier realidad local o universal.
A Piacóa la acechan miles de mariposas palometas peludas, las cuales son la calamidad, la oscuridad y la amenaza de múltiples enfermedades de carácter eruptivo, por esta razón sus pobladores se preparan en sus casas, ante esta plaga que oscurece el día y pase sin dejar mayores males. Esta metáfora construida a partir de un fenómeno natural de la región, le sirve a Gustavo Ott para hablarnos de lo que como sociedad nos caracteriza.
La casa de las Pachecos, es el epicentro de esta saga. Allí nos encontramos con Yesenia -mujer de carácter recio, afectada por un dolor en la pierna, producto de un accidente que le ocasionó, una mariposa peluda - y su hija Mariana, quienes se ven obligadas a quedarse dentro de la casa, porque las mariposas peludas están por llegar. Intemporalmente se nos presentan el resto de los personajes: Luis Domingo González, director de cultura   de la Alcaldía, un doctor, además de director de teatro, carpintero, astrólogo, entre otros muchos oficios; y Rita, maestra graduada, doctora y de dudoso origen europeo.
La intempestiva noticia de que Rita puede haberse ganado la lotería, desatará el conflicto de la obra, al generar la ambición y proyectar los más íntimos sueños y caprichos de cada uno de los personajes, así como su verdadero carácter. Una Rita, maestra graduada, inconforme con su realidad, con un sentimiento de menosprecio, por su pueblo y gente, y un deseo fantasioso de irse a otro lugar, a su Europa imaginada donde todo es perfecto y bello. Una Mariana, que desea viajar a cualquier lugar del mundo, con la idea de conocer, pero también de evadir. Yesenia, quien siente claramente que no puede alejarse de sus paisajes, pero que se imagina con un yate, con piernas submarinas y cosas que hablen en inglés. Y un Luis Domingo, atrapado en medio de estas tres mujeres, que también se encuentra con su sueño de montar una transnacional de poesía, traficarla, venderla e invadir el mundo con el sueño utópico de que la poesía puede salvar al mundo.
“Con Peludas en el cielo entendemos que la poesía es un espacio perdurable, que nos acompaña durante toda la vida. ¿por que no venderla? ¿Por que no exportarla? ¿Por que no traficarla? A eso se reduce Piacóa, el mundo y nuestros sueños. Una “peluda” síntesis de cada uno de nosotros”, indica su director Carlos Arroyo.
TALLER CREATIVO
Gustavo Ott  nos confesó que  “Peludas en el cielo me tomó varios años. Estuve en el Delta en el 2011 (precisamente con talleres organizados por la Compañía Nacional de Teatro) y de allí viene el paisaje.  Siempre la pensé como una comedia de tesis, a la manera de Pony, porque dentro del lenguaje, entre el humor y la situación cómica, está la idea del continente recobrado pero sin garantías; una Latinoamérica como antídoto y escudo, pero también como amenaza, desengaño y derrota. Peludas en el cielo funciona como monstruo y me gusta pensar que esa bestia no está fuera de los personajes, sino en lo más íntimo de sus deseos, como en 80 dientes, 4 metros y 200 kilos.”



Para no olvidar nunca a Carlos Giménez

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Carlos Giménez dejó una historia.

Está en marcha un proyecto para exaltar a las nuevas generaciones de directores y creadores. Ese festival, porque de eso se trata, recordará al director y gerente Carlos Giménez, sobre quien yo escribí dos libros.
Lo acompañé en su cena familiar del 24 de diciembre de 1992, durante la cual recordó su viaje a Moscú y a otras ciudades rusas. La última vez que hablamos fue por teléfono, ese, 6 de enero de 1993, había publicado una crónica donde exaltaba su labor a lo largo del año anterior, aquel inolvidable 1992, cuando el teatro había humedecido la pólvora de la guerra civil y silenciado los Golpes de Estado. Su hermana, Ana, llamó a mi apartamento para decir  que  Carlos Giménez pasaría a la bocina, pero…ya estaba afásico y por eso dijo, a pesar  de todo, tras una dura lucha para coordinar pensamiento y palabra:
 gracias…tío
Nunca más hablamos ni nos volvimos a ver.
Todo había comenzado durante la mañana de un luminoso día de pago, 15 o 31, no puedo precisar el mes, pero seguro estoy que ocurrió antes de mayo de 1970.Él entró al edificio Santa Rosa –que se erguía diagonal a la actual Casa del Artista- en la calle Real de Quebrada Honda, donde funcionaba la redacción y talleres del diario La Verdad, y preguntó por las columnistas Nené Arenas y Sofía Imber.
-Traigo unas gacetillas para ellas.
Lo miré de arriba abajo, mientras me embolsillaba presuroso  unas 600 bolívares de esa quincena que había recibido ahí mismo, frente a la modesta taquilla de “la caja”. Él vestía unos raídos jeans y una manchada franela, estaba montado en unas sandalias algo estropeadas. Y yo estrenaba mi primer traje comprado en Caracas, elaborado en una tela gris que extrañamente me picaba en las piernas.
Vaya- dije para mí- he aquí una hippie trasnochado buscando a esas periodista culturales, a quienes precisamente nunca les veía sus caras.
Volvió  a preguntar y ante su cortés insistencia opté por atenderlo y decirle que “no trabajaban en la redacción, son colaboradoras, envían sus crónicas con el mensajero, pero puedo recibir estas notas de prensa y se las haré llegar en el momento oportuno”.
Él se río, y ripostó, con un mareante acento argentino:
¿Tú eres colombiano?
-Sí, ¿por qué?
-¡Vaya!, no te molestes, vos tenés un bonito país, el año pasado estuvimos allá y nos fue muy bien, soy Carlos Giménez, director de teatro, a tus órdenes.
En verdad que ese argentino me desarmó y hasta me cayó bien. Lo hice seguir a la oficina de cables internacionales de La Verdad, donde al llegar le dije: aquí trabajo desde 1969 y además hago una página, todos los lunes, sobre las actividades culturales del domingo.
La conversación giró sobre esa, su segunda visita, a Caracas para instalarse a trabajar en el Ateneo de Caracas (funcionaba en la Quinta Ramia, precisamente donde ahora hay un moderno edificio que alberga a Unearte) donde, durante el diciembre anterior había realizado una temporada con su grupo El Juglar de Córdoba, mostrando tres obras: una de Federico García Lorca, otra de Eugene Ionesco y una de Fernando Arrabal.
-¿Y cómo les fue con la crítica?, pregunté.
.Nos fue bien, ¿sabes?, nos escribieron cositas lindas-
¿Y tú por que no escribes sobre teatro en vez de esa artes plásticas y de todas esas feas exposiciones de arte popular, de esas pinturas de domingo?
-No sé, esto es lo que aquí quieren, porque así lo hacen en los otros periódicos, y yo recién empiezo: todavía no conozco el terreno, aquí las cosas no son tan fáciles para los colombianos, como me le enseñó mi jefe, un generoso chileno, Rafael Fuentes Plaza. ¿No te parece a ti?
-No colombianito, esa es una excusa, tienes que escribir sobre el teatro, eso si hace falta aquí; se necesitan periodistas de teatro y, por supuesto críticos. Y perdona que te haga esta propuesta, pero es que aquí no son muy claras las cosas en la prensa cultural. No lo entiendo.
Quedé impresionado por la claridad que tenía ese teatrero sobre lo que podía hacer con la prensa y hasta llegué a darle, internamente, la razón.Me entregó una copia de gacetillas que dejaba para Imber y Arenas y se marchó, tras reiterar que me esperaba ese domingo en la sala Metropolitana del Parque Recreacional El Conde, ubicado frente a los primeros edificios del actual  Parque Central, al cual para ese entonces le construían su primera etapa con miras a cambiarle la forma de vivir al caraqueño.
La invitación del desconocido Carlos Giménez era para ver el espectáculo Hecho y rehecho, un unipersonal de otro argentino, su amigo Héctor Clotet, quien le acompañó durante varios años en su aventura venezolana.
Después de aquí sigo para Europa, vos verás, nos dijo en el portal de La Verdad. Tenía un ensayo y debía instruir con el ejemplo, como siempre fue su lema.
Nadie podía vislumbrar lo que se fraguaba en aquel lejano 1970. Ambos éramos inmigrantes. Ni él ni yo podíamos vislumbrar  lo que estábamos construyendo minuto a minuto.
Me hice periodista cultural y afronté la crítica teatral con mis propios métodos. En los años 80 lo salvé del "destierro", de la ruina de Rajatabla, con una campaña desde El diario de Caracas, Había caído en desgracia por “El Macondázo”, desagradable incidente verbal, cosa muy frecuente en él, ante las mujeres de la familia Otero Castillo. En otra ocasión, el mismo Herman Lejter (ya fallecido en este siglo XXI) hizo de “puente de plata” para suavizar el encono que yo tenía con ese atropellador argentino.
´Él y yo siempre vivíamos en aceras paralelas, pero en múltiples ocasiones chocábamos violentamente para después separarnos de nuevo. Nos respetamos siempre e incluso me obligó a que respetara a los demás. Nuestras grandes peleas fueron porque me excedía en el  uso de la palabra escrita y provocaba llegas en el alma de “esos artistas que se equivocaron sin pretender hacerlo”.
“Moderato…colombiano insensato…te van a matar…no ves que los estás enterrando en vida…déjalos que se mueran solitos”, nos decía por teléfono o en persona, tras acompañarlo en una cena o en la barra de algún bar de Sabana Grande.
Él creció de gran manera. Adquirió muchísimo poder a consecuencia de su talento artístico y habilidad gerencial. Se hizo tan venezolano que durante años fue “El Gran Cacique” o “El ministro del teatro”. Cosechó la consecuencia de sus éxitos, de su tesonera labor para crear un grupo, llevarlo por el mundo entero y traer preseas nunca antes vistas para las artes criollas. Al mismo tiempo inicio el experimento de los festivales internacionales para descubrir el teatro a miles y miles de ciudadanos. Y por si fuera poco incitó al cambio de las caducas estructuras del teatro criollo, tanto en lo estético, como en lo educativo y además en su organización grupal. Creó asociaciones, inventó premios, renovó estilos, lanzó proyectos y dejó que mucha gente se ganara su comida, mientras a otras personas le enseñó a soñar. Escindió la historia del teatro en un antes y un después de su peregrinar.
Hasta que un día cualquiera, en medio  de la aterradora soledad de los creadores, un abrazo de amor le puso una pesada y angustiosa ancla para detener su  fulgurante carrera y obligarlo a luchar por la cura de sus dolencias corporales... y del alma también. Murió aquel 28 de marzo de 1993.


Para no olvidar nunca a Carlos Giménez

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Está en marcha un ambicioso proyecto de la Compañía Nacional de Teatro (Carlos Arroyo la comanda) para exaltar a las nuevas generaciones de directores y creadores. Se trata del Festival Nuevos Directores  Carlos Giménez, el cual se realizará durante el venidero mes de octubre.
Ese evento, porque de eso se trata, recordará al director y gerente Carlos Giménez, sobre quien yo escribí dos libros: Carlos Giménez:Tiempo y Espacio  y Carlos Giménez:Antes y Después.
Y como es posible que las nuevas generaciones no lo conozcan aquí les recuerdo que lo acompañé en su cena familiar del 24 de diciembre de 1992, durante la cual evocó su viaje a Moscú y a otras ciudades rusas. La última vez que hablamos fue por teléfono, ese, 6 de enero de 1993, había publicado una crónica donde exaltaba su labor a lo largo del año anterior, aquel inolvidable 1992, cuando el teatro había humedecido la pólvora de la guerra civil y silenciado los Golpes de Estado. Su hermana, Ana, llamó a mi apartamento para decir  que  Carlos Giménez pasaría a la bocina, pero…ya estaba afásico y por eso dijo, a pesar  de todo, tras una dura lucha para coordinar pensamiento y palabra: gracias…tío. Nunca más hablamos ni nos volvimos a ver.
Toda mi relación con Giménez había comenzado durante la mañana de un luminoso día de pago, 15 o 31, no puedo precisar el mes, pero seguro estoy que ocurrió antes de mayo de 1970.Él entró al edificio Santa Rosa –que se erguía diagonal a la actual Casa del Artista- en la calle Real de Quebrada Honda o el  desaparecido boulevar Amador Bendayán, donde funcionaba la redacción y talleres del diario La Verdad (La familia de los Zuluaga era su dueña)  y preguntó por las columnistas Nené Arenas y Sofía Imber.
-Traigo unas gacetillas para ellas.
Lo miré de arriba abajo, mientras me embolsillaba presuroso  unas 600 bolívares de esa quincena que había recibido ahí mismo, frente a la modesta taquilla de “caja”. Él vestía unos raídos jeans y una manchada franela, estaba montado en unas sandalias algo estropeadas. Y yo estrena mi primer traje comprado en Caracas, elaborado en una tela gris que extrañamente me picaba en las piernas.
Vaya- dije para mí- he aquí una hippie trasnochado buscando a esas periodista culturales, a quienes precisamente nunca les veía sus caras.Volvió  a preguntar y ante su cortés insistencia opté por atenderlo y decirle que “no trabajaban en la redacción, son colaboradoras, envían sus crónicas con el mensajero, pero puedo recibir estas notas de prensa y se las haré llegar en el momento oportuno”. 
Él se río, y ripostó, con un mareante acento argentino:
¿Tú eres colombiano?
-Sí, ¿por qué?
-¡Vaya!, no te molestes, vos tenés un bonito país, el año pasado estuvimos allá y nos fue muy bien, soy Carlos Giménez, director de teatro, a tus órdenes.
En verdad que ese argentino me desarmó y hasta me cayó bien. Lo hice seguir a la oficina de cables internacionales de La Verdad, donde al llegar le dije: aquí trabajo desde 1969 y además hago una página, todos los lunes, sobre las actividades culturales del domingo.
La conversación giró sobre esa, su segunda visita, a Caracas para instalarse a trabajar en el Ateneo de Caracas ( funcionaba en la Quinta Ramia, precisamente donde ahora un moderno edificio que alberga a Unearte,diogonal con la plaza Morelos) donde, durante el diciembre anterior había realizado una temporada con su grupo El Juglar de Córdoba, mostrando tres obras: una de Federico García Lorca, otra de Eugene Ionesco y una de Fernando Arrabal.
-¿Y cómo les fue con la crítica?, pregunté.
.Nos fue bien, ¿sabes?, nos escribieron cositas lindas. ¿Y tú por que no escribes sobre teatro en vez de esa artes plásticas y de todas esas feas exposiciones de arte popular, de esas pinturas de domingo?
-No sé, esto es lo que aquí quieren, porque así lo hacen en los otros periódicos, y yo recién empiezo: todavía no conozco el terreno, aquí las cosas no son tan fáciles para los colombianos, como me le enseñó mi jefe, un generoso chileno, Rafael Fuentes Plaza. ¿No te parece a ti?
-No colombianito, esa es una excusa, tienes que escribir sobre el teatro, eso si hace falta aquí; se necesitan periodistas de teatro y, por supuesto críticos. Y perdona que te haga esta propuesta, pero es que aquí no son muy claras las cosas en la prensa cultural. No lo entiendo.
Quedé impresionado por la claridad que tenía ese teatrero sobre lo que podía hacer con la prensa y hasta llegué a darle, internamente, la razón. Me entregó una copia de las gacetillas que dejaba para Imber y Arenas y se marchó, tras reiterar que me esperaba ese domingo en la sala Metropolitana del Parque Recreacional El Conde, ubicado frente a los primeros edificios del actual  Parque Central, al cual para ese entonces le construían su primera etapa con miras a cambiarle la forma de vivir al caraqueño.
La invitación que portaba del desconocido Carlos Giménez era para ver el espectáculo Hecho y rehecho, un unipersonal de otro argentino, su amigo Héctor Clotet, quien le acompañó durante varios años en su aventura venezolana.
Después de aquí sigo para Europa, vos verás, dijo al despedirse en el portal de La Verdad. Tenía un ensayo y debía instruir con el ejemplo, como siempre fue su lema.
Nadie podía vislumbrar lo que se fraguaba en aquel lejano 1970. Ambos éramos inmigrantes. Ni él ni yo podíamos vislumbrar  lo que estábamos construyendo minuto a minuto.
Me hice periodista cultural y afronté la crítica teatral con mis propios métodos. En los años 80 lo salvé del "destierro", de la ruina de Rajatabla, con una campaña desde El diario de Caracas, Había caído en desgracia por “El Macondázo”, desagradable incidente verbal, cosa muy frecuente en él, ante las mujeres de la familia Otero Castillo. En otra ocasión, el mismo Herman Lejter  (ya fallecido en este siglo XXI) hizo de “puente de plata” para suavizar el encono que yo tenía con ese atropellador argentino.
Él y yo siempre vivíamos en aceras paralelas, pero en múltiples ocasiones chocábamos violentamente para después separarnos de nuevo. Nos respetamos siempre e incluso me obligó a que respetara a los demás. Nuestras grandes peleas fueron porque me excedía en el  uso de la palabra escrita y provocaba llegas en el alma de “esos artistas que se equivocaron sin pretender hacerlo”.
“Moderato…colombiano insensato…te van a matar…no ves que los estás enterrando en vida…déjalos que se mueran solitos”, nos decía por teléfono o en persona, tras acompañarlo en una cena o en la barra de algún bar de Sabana Grande.
Él creció de gran manera. Adquirió muchísimo poder a consecuencia de su talento artístico y habilidad gerencial. Se hizo tan venezolano que durante años fue “El Gran Cacique” o “El ministro del teatro”. Cosechó la consecuencia de sus éxitos, de su tesonera labor para crear un grupo, llevarlo por el mundo entero y traer preseas nunca antes vistas para las artes criollas. Al mismo tiempo inicio el experimento de los festivales internacionales para descubrir el teatro a miles y miles de ciudadanos. Y por si fuera poco incitó al cambio de las caducas estructuras del teatro criollo, tanto en lo estético, como en lo educativo y además en su organización grupal. Creó asociaciones, inventó premios, renovó estilos, lanzó proyectos y dejó que mucha gente se ganara su comida, mientras a otras personas le enseñó a soñar. Escindió la historia del teatro en un antes y un después de su peregrinar.
Hasta que un día cualquiera, en medio  de la aterradora soledad de los creadores, un abrazo de amor le puso una pesada y angustiosa ancla para detener su  fulgurante carrera y obligarlo a luchar por la cura de sus dolencias corporales... y del alma también. Murió aquel 28 de marzo de 1993.

¿Su pasaporte por favor?

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Passport, pieza teatral de Gustavo Ott (Caracas, 14 de enero de 1963), es la saga de Eugenio, o Eugenia,  que se escenifica, o transcurre, en una estación ferroviaria, cuando este personaje joven es interrogado por un soldado y un oficial, al tiempo que le retiran su documento de identificación, su pasaporte, para iniciar ahí un procedimiento absurdo en apariencia pero que sí sucede  y obedece a ciertas costumbres anómalas de la conducta humana en este continente americano, de norte a sur o de este a oeste.
 Él, o ella, intenta comunicarse con los militares de turno  pero no logra ser comprendido y es sometido a una serie de vejámenes a su integridad física y moral. Es una especie de calvario a que sometido un pasajero o turista frustrado en un lugar inhóspito, una especie de reten fronterizo se deduce, hasta que al final todo se resuelve y el pasaporte vuelve a las manos de su propietario.
Passport, de Gustavo Ott, fue estrenada en Octubre del 1991 en la Sala Cuarta Pared de Madrid, puesta en escena por Javier Yagüe. En Octubre de ese mismo año se mostró en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas,  en una producción del grupo Textoteatro, bajo la dirección de José Domínguez. En abril del 2003 se exhibió nuevamente en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas en producción del Teatro San Martín de Caracas bajo la dirección de Luis Domingo González y el elenco lo integraron   María Brito, David Villegas y Alfonso Rey.
Ahora, en esta Caracas agitada de marzo del 2020, Passport permite ponderar el excelente trabajo  global de Jeizer Ruiz, Antonio Delli y Angel Pelay. Un trabajo que mejor cuidado en el vestuario y en los elementos escenográficos podría hacer una temporada comercial en alguna sala caraqueña, para comenzar. Llama la atención porque ha permitido conocer la paciencia y el talento de un joven director, Danny Cruz, para materializar  su propuesta.Ahí hay talento si lo cultiva.
Si la memoria no nos falla, ya habríamos visto a Passport en la sala San Martín, hace algunos años, cuando Ott luchaba precisamente por imponer su teatro en esta su balcanizada ciudad.


Entregan Premio Apacuana 2019

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Rafael José García Hernández.

Será el próximo 27 de marzo, cuando los teatreros de Venezuela y del mundo festejan el Día Internacional del Teatro, que en un acto organizado  por la Compañía Nacional de Teatro, en su sede artística  de la sala Alberto de Paz y Mateos, se entregará el Premio Apacuana del 2019, el cual se hizo merecedor Rafael José García Hernández por su texto Diez minutos.
¿Dónde se dio su vinculación con el teatro?, le preguntamos a Rafael José García Hernández
Un gran amigo, llamado Manuel Decan, fue el puente para que tuviese contacto con el teatro. Él siempre estuvo interesado en formarse como actor. Eso lo llevó a inscribirse en la escuela Porfirio Rodríguez. En aquellos días quedaba en Petare. Nosotros vivíamos en Lídice. A partir de ese momento, siempre me hizo la invitación a algunas de sus clases, a presentaciones suyas y distintas obras. Fui a todas las que pude. Entonces conocí algunas personas de teatro. Nunca me interesó ser actor. Lo que me interesaba era escribir. Escribir de todo, poesía, canciones, cuentos, novelas, guiones cinematográficos y, sí, también teatro. Si escribí Diez minutos fue  bajo la influencia de este amigo.    
¿Por qué y para qué participó en el concurso Apacuana?
Porque tenía una obra engavetada desde 1999 y quise darle la oportunidad de que no muriera ahí en la soledad. Participé para optar por lo económico, el montaje y por la publicación, todo junto.      
¿Qué hará con los 50 millones de bolívares del galardón?
Cubrir necesidades básicas, comida para mi familia, medicinas para mi mamá. Mi mamá tiene 83 años. Parte de ese dinero nos ayudará a pagar esos gastos que el seguro que tengo ya no puede saldar.         
¿Qué espera del montaje?
Nunca se ha montado una obra de teatro escrita por mí. Una vez una persona me pidió que le escribiera una obra. Después que la escribí, esta persona buscó director, se hicieron ensayos pero no pasó de ahí. Lo lamenté. Ya estoy ilusionado con el solo hecho de que la Compañía Nacional de Teatro vaya a montar Diez minutos. Estoy como un niño que no duerme porque le dijeron que mañana lo van a llevar para la playa. Solo quiero verla montada, la verdad. 
¿Es el primer premio que gana?
No. Fui uno de los ganadores del primer concurso para autores inéditos que hizo Monte Ávila Editores en 1999. Gané con mi novela Te vas a morir de la risa. También obtuve un premio en el Tercer festival de cortometrajes realizado por la Escuela de cine y Televisión. Participé con el corto Muy natural (2009). Gané el premio de mejor corto estudiantil y mejor guión. Luego la ESCINETV envió Muy natural a un festival de escuelas de cine en Holanda. Y resulté ganador. El festival se llama The Latin Angel Student Award. Esto fue en el 2010.
¿De qué trata su obra Diez minutos, cuál es su argumento y su temática?
El protagonista, a quien llamo Hombre I, le paga a una empresa que brinda los servicios de una muerte sin dolor, una muerte deseada. Es decir, es una fantasía letal. La empresa le pide como requisito al Hombre I que cite a las personas importantes de su vida, con quienes le gustaría verse por última vez, éstas se supone que van a convencerlo de que continúe con su vida, que no consuma lo que ofrece la empresa. Esto es una prueba para ver si el cliente está seguro de lo que está haciendo. Pues bien, el Hombre I recibe a las personas que citó y para hablar con ellas solo tiene diez minutos. Y de todas personas que cita, solo una le genera al Hombre I lo que nunca antes le habían generado.La obra transcurre en las instalaciones de la empresa. La mayoría de las escenas ocurren mientras el Hombre I va recibiendo a todas las personas que entran a verle. La temática es la indolencia. Indolencia por parte de la empresa, sus trabajadores y las personas que visitan al Hombre I. También podría decir que está presente la desesperanza.  El Hombre I representa la desesperanza. Por supuesto, si existe una empresa como esa es porque hay gente desesperanzada.             
¿Por qué ese título?
Diez minutos es el tiempo que se supone tienen que durar las visitas. Digo se supone porque esto a la empresa no le importa, casi nunca se cumple. Es un tiempo corto que representa indolencia. Una vida desesperanzada merece mucho, mucho más.  
¿Teatro político en estos tiempos?  
El teatro, como toda disciplina artística, es una representación de la vida. Y si la vida trae de todo, el teatro también debería traer de todo.  Todos los tiempos son buenos para el teatro, sea cual sea el género que se le adjudique. Escribí Diez minutos en 1999, un tiempo distinto al que vivimos. Le cambié algunas cosas porque en este tiempo adquirí mayor conocimiento en cuanto los diálogos, perfil de personajes, pero la temática la dejé intacta. La escribí pensando en crear una obra de teatro, sin considerar un género. Ya el espectador o lector dirá dónde la coloca. Uno de mis principales objetivos con la escritura es mostrar el lado oscuro del ser humano, lo que Jung llamó “La sombra”.   
¿No es mejor la comedia sobre tantos aspectos de la vida cotidiana en la sociedad contemporánea?                  
Lo que es mejor depende de cada espectador, de cada lector. No soy quién para determinar qué es lo mejor. Me gusta la comedia, en cine, teatro, etcétera. De hecho, en mucho de lo escribo siempre hago el intento de que haya humor. Claro, humor negro, punzante.  
¿Qué pasó con ofertas de trabajo allende las fronteras?
No he recibido ninguna oferta de trabajo. 
¿Planes para escribir más teatro?
Lo que más escribo es novelas y cuentos. Haber ganado el premio Apacuana me motiva para dedicarle más tiempo a la dramaturgia. Y estoy seguro que cuando vea la obra montada va a aumentar esa motivación. Me gustaría escribir más teatro y, al mismo tiempo, recibir formación de conocedores; me falta mucho que aprender.
¿Cómo está la enseñanza del teatro y otras disciplinas artísticas en Caracas?
Desconozco cómo está la enseñanza del teatro en este momento. En cuanto a otra disciplina, yo obtuve el título de Licenciado en guión audiovisual en UNEARTE, en el 2018. Recibí una buena formación de mano, principalmente, de José Antonio Varela, guionista, director y ex presidente de la Villa de Cine                       


Oscar Acosta lucha por la historia del teatro venezolano

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Oscar Acosta, es licenciado en Educación Artística, docente y director teatral. Se graduó en una de las últimas promociones del desaparecido Instituto para la Formación del Arte Dramático (IFAD) y, en 1988, fue parte de la primera cohorte de egresados de la Escuela César Rengifo, dedicándose durante años a la promoción del teatro de calle y comunitario de compromiso político. Ocupó cargos en la administración cultural capitalina como presidente de Fundarte (2000-2009), vicepresidente de la Orquesta Sinfónica Municipal (2006-2008) y miembro de la junta directiva de Fundapatrimonio. Aunque no se asume como dramaturgo, eventualmente ha escrito, estrenado y publicado obras teatrales tales como Los papeles de febrero (2009), en la cual evoca el doloroso episodio conocido como El Caracazo o en En la plena aurora (2011), drama en la cual recrea a personajes de la gesta independentista en 1810, apartándose de la iconografía y las pompas patrióticas. Los últimos años, además de dirigir e impartir clases en la Escuela de Arte Dramático Juana Sujo, se ha dedicado con tesón a la investigación del pasado teatral venezolano, logrando diversos reconocimientos al develar aspectos inéditos de la escena nacional. Con Acosta mantuvimos una extensa entrevista que reproducimos a continuación. 

En diciembre pasado se decretó el cambió del Día Nacional del Teatro ¿Cuál fue la importancia del coliseo que decretó Bolívar? 
La pregunta es clave en el cambio de fecha del Día Nacional del Teatro. La polarización que vive el país llevó a que algunos compañeros teatristas equivocaran su opinión respecto a lo que motivo la decisión. Claro que la fecha conmemora la primera vez que un jefe de estado alude con una medida ejecutiva al teatro en el Venezuela y eso tiene cierta importancia. Pero hay una razón más importante para darle relevancia a esta sala teatral y es que allí surgió la escena venezolana. En ese lugar, que tengamos noticia cierta y comprobable, se montaron las primeras piezas escritas por venezolanos. Hablamos de El café en Venezuela, atribuída a Isaac Alvarez de León, estrenada en 1822 y de Virginia, esta última de Domingo Navas Spínola, primera pieza teatral publicada en Venezuela, estrenada en 1824. Spínola nació en Colombia, pero la mayor parte de su vida y actividades las realizó en Venezuela, incluso ocupó el cargo de Alcalde en Caracas. También se montaron otros autores como Pedro Pablo del Castillo y Heraclio Martín de La Guardia, quienes forman parte de la primera avanzada de la dramaturgia venezolana. Resumiendo: en este segundo Coliseo nació la escena criolla. 
Y en el primero que quedaba en la esquina del Conde, ¿no se montaron obras venezolanas? 
No que sepamos. Aunque algún que otro cronista y la tradición teatral afirman que Andrés Bello montó en el primer Coliseo de la esquina del Conde una loa llamada Venezuela Consolada, no existe… Me corrijo, no hemos encontrado ninguna comprobación documental de que la loa haya sido escenificada. La afirmación se basa en conjeturas y suposiciones. Esta loa la escribió Bello a propósito de la introducción de la vacuna contra la viruela en 1804 por el médico Balmis; es una pieza muy breve en la cual se le dan vivas al rey Carlos por haber enviado la expedición que sirvió para que el científico recorriera las colonias españolas con la cura para la epidemia. En último caso, si se representó esa pieza de Bello no tuvo repercusión alguna, ni podía tenerla porque, a mi juicio, su importancia dramática es muy limitada. 
¿Cuál fue el interés de Bolívar en decretar la construcción de este teatro? 
Ese es otro punto que debemos aclarar. El Libertador, a pesar de que debemos reconocer su interés por el teatro y la educación en general como herramientas sociales importantes en la creación de una nación, difícilmente se iba a estar preocupando desde Bogotá de un salón de espectáculos a menos que, como sucedió y dice el mismo decreto, el jefe político y militar de Venezuela que era José Antonio Páez se lo solicitara. Bolívar era el presidente de la República de la Nueva Granada, llamada Gran Colombia, conformada por los territorios de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. Los problemas económicos, sociales y políticos estaban a la orden del día. El decreto fue emitido dos meses después de un intento serio de magnicidio contra Bolívar que implicó a un sector importante del gobierno en Bogotá; dudosamente el Libertador iba a estar pendiente de un teatro en Caracas cuando los adversarios le armaban una conspiración tras otra. La reconstrucción del teatro, que ya existía desde años atrás, es ordenada a gracias a la intermediación de Páez, quien a su vez le hace un favor a José María Ponce, hermano masón del caudillo llanero y oficial veterano de la guerra de Independencia, quien se asoció con el carpintero Ambrosio Cardozo para la empresa escénica. Los dos deciden invertir en el único teatro que existía en Caracas y para asegurar el éxito económico logran el decreto, el cual les garantizó el monopolio de las representaciones en la ciudad y la exención de los impuestos por 15 años. De todo este cuento, he ido hallando documentos que datan desde 1818 cuando el teatro es abierto en plena guerra, hasta 1851 cuando es vendido por Ponce, ya muy deteriorado. 
¿No hubo otros teatros en la ciudad? 
En Caracas, desde 1828 hasta 1843, no los hubo. Se montaron escenarios improvisados para ocasiones especiales o efemérides, pero este segundo Coliseo fue el único con temporadas regulares durante 15 años. La exclusividad de las representaciones que ordena el decreto de manera tajante obligó a que prácticamente todos los espectáculos escénicos artísticos se presentaran ese ese lugar. Me refiero no solo el teatro, sino a la ópera, la zarzuela, los conciertos sinfónicos… Incluso el escenario sirvió para dioramas, que eran como paisajes o reproducciones gigantes de escenas históricas con un juego rudimentario de iluminación, una especie de antecedente del cine… También se presentaron magos y funciones de circo. Podemos decir que el escenario tuvo una importancia crucial para los espectáculos de toda índole que se presentaron en el Caracas. Había otras salas en Venezuela, como la de La Guaira, pero ninguna tan importante como esta de la capital por la gran cantidad y variedad de espectáculos que se presentaron en sus tablas. 
Visto con los óptica de hoy día, ¿podemos decir que en ese teatro comenzó el movimiento teatral venezolano? 
¡Exactamente! Por y para ese lugar se constituye la primera compañía teatral formal, encabezada por los actores de origen cubano Cecilia Baranis y José Ferrer, a quienes les he seguido el rastro por todo el Caribe y en cuanto archivo histórico me encuentro. Ferrer fue el primer director teatral del que tenemos constancia segura hasta ahora en Venezuela, tal como entendemos hoy un director, es decir como el que pauta un repertorio e instruye y establece la disciplina a seguir por los actores. Así lo deja claro un contrato de 1828 entre Ponce y Cardozo, dueños del edificio teatral, más Ferrer como director por un lado y por el otro, una decena de actores entre las que contamos a Cecilia Baranis como “primera dama” y actriz que ganaba casi el doble que el resto del elenco. Este documento podemos considerarlo como la prueba y constitución formal del primer grupo teatral autónomo del país, es decir, funcionaban corporativamente como equipo, eso lo deducimos fácilmente porque el contrato no se firma por separado con cada uno de ellos sino con el grupo completo. Ferrer y Baranis, iniciaron su carrera en la compañía de un español llamado Santiago Candamo, un personaje estelar en la historia del teatro cubano; pasaron a san Juan en Puerto Rico, luego vinieron a Caracas. Algo que aprendí en esta indagación es que no podemos estudiar el teatro de esa época pensando en límites y nacionalidades, parámetros que no existían entonces. Seguirle los pasos a esta pareja de histriones es deambular 20 años por la historia de Cuba, Puerto Rico, Colombia, Santo Domingo y Venezuela. En nuestro país logran una gran popularidad. La Baranis era muy echada para adelante, llegando muy joven a estas tierras, escribe al Ayuntamiento pidiendo que ponga orden en el funcionamiento del teatro. Ferrer llega a impugnar el decreto de Bolívar cuestionando duramente el monopolio del teatro por parte de Ponce. Era gente de gran iniciativa y empuje, en una etapa en que hacer teatro era una aventura temeraria cargando telones, vestuarios y utilería a lomo de mula y lanchas con remos. 
El sentido colectivo de la profesión escénica, el bullir interno de los teatristas, surgió con este grupo de artistas que decidió llamarse Compañía de Cómicos. Eran actores de diversas cualidades. Exceptuando los casos de los venidos de otras compañías del exterior, su técnica era autodidacta y defectuosa, pero eran muy versátiles y ejercitaban, además de la actuación, la esgrima, el canto y el baile que nunca debían faltar en las funciones que incluían varias piezas en una noche. Según el contrato, estrenaban cuatro comedias mensualmente. Estaban obligados a interpretar el rol que les fuera asignado por el director; si llegaban tarde o faltaban a la función eran penados con una multa. Solo se les excusaba y podían cobrar salario si se ausentaban de la temporada por causa de enfermedad. 
Pero ya antes había actores… 
Claro que los había. Unas tres décadas antes, en el primer coliseo de la esquina del Conde los hubo, pero eran más unos empleados de quien regentaba el teatro que un equipo o agrupación de teatro. Toda la existencia de este primer Coliseo transcurrió durante la colonia y la casi totalidad de los actores eran pardos, mestizos… Solo exceptuamos a una actriz llamada Teresa que, como dicen los documentos, era “blanca de la Guaira”. En la colonia, los pardos ocupaban una posición social subalterna en una sociedad altamente estratificada. Poco sabemos de esos actores pues hasta ahora no se ha hallado constancia de su labor más allá de un par de listas con los nombres y salarios que devengaban, cualquier otra cosa que se diga es especulación o invento sin base alguna. Tan solo uno de ellos llamado Buenaventura López, es recordado por su popularidad muchos años después en algunas crónicas. Del resto nada más se sabe. Entonces al otro grupo de actores del inicio de la república que aparecen firmando un contrato y otros documentos para el funcionamiento del teatro decretado en 1828, podemos considerarlos como los iniciadores del movimiento teatral venezolano. Hubo, como hoy día, asociación y confrontación entre ellos, demandas, rupturas con el dueño del teatro, litigios por el uso del escenario… El teatro venezolano comenzó a cobrar vida propia más allá del pago por las funciones o el deseo de los gobernantes. 
Por ejemplo, en 1834, José Ferrer enfrentó duramente a otro director de nacionalidad española llamado Andrés Juliá García que lo desplazó de la dirección del teatro. Aunque el dueño del lugar era Ponce, la dirección artística estuvo siempre a cargo de un artista. Juliá García llegó desde Cádiz al Caribe integrando una prestigiosa compañía española, quedándose en Venezuela varios años junto a su familia; este director tiene el mérito de publicar en 1839 el primer ensayo que se conozca en el país sobre el arte actoral. También, igual que el cubano Ferrer, aportó mucho al desarrollo escénico. En el sur del país todavía hay descendientes del apellido Juliá García. 
¿Tienes el respaldo de toda esa información? 
Absolutamente todo lo que te digo puede ser respaldado, en su mayoría con documentos de los archivos históricos venezolanos existentes en el Archivo General de la Nación, el de la Academia de la Historia o el Archivo Histórico Municipal de Caracas. En algunos casos he recurrido a documentos oficiales o hemerografía de archivos digitales extranjeros en línea. También he pedido ayuda a compañeros teatreros o docentes de otros países como Puerto Rico, Cuba, Chile, México y Colombia para que me apoyen revisando algunas fuentes imposibles de acceder desde Venezuela. La cantidad de materiales desconocidos e información inédita sobre las artes y, en particular, sobre la escena venezolana es abrumadora. Pasarán décadas para conocer el cuadro completo de nuestro pasado escénico, que es mucho más importante y trascendente de lo que nos dicen en las escuelas escénicas. Y todo esto se desprende de las fuentes históricas que existen y contienen centenares de expedientes sobre el teatro venezolano. Me refiero no solo a Caracas, sino a lo que se hizo en los estados. Nada se conoce del teatro inaugurado en Ciudad Bolívar en el siglo antepasado, tampoco del coliseo de La Guaira abierto en 1829, ni de las temporadas dadas en los pueblos andinos de grupos profesionales que recorrían el Caribe y entraban a Venezuela por Maracaibo. ¿Sabías que hubo un teatro en Cumaná en la época colonial? Toda esa información está en los archivos. ¿Otro ejemplo? Por este coliseo que decretó Bolívar pasaron artistas ilustres como el dramaturgo y actor catalán José Robreño y su familia. También Francisco Villalba, director y actor español que recorrió Suramérica para radicarse en Bogotá y fundar la Biblioteca Nacional de Colombia hizo largas temporadas en el lugar. Poco sabemos de esas figuras que, entre otras, no me cabe la menor duda que influyeron con su talento y experiencia en el desarrollo artístico criollo. 
Toda esa información es muy importante para las nuevas generaciones… ¿A través de cuáles medios o plataformas se está difundiendo? 
Poco a poco he venido modestamente divulgando lo que se puede por la prensa y en alguna que otra publicación que se presta. Pronto la Compañía Nacional publicará los tres primeros capítulos de un ensayo que escribo dedicado al coliseo de Ponce, en los cuales me dedico al estudio de la inauguración y las características físicas de la sala; también doy detalles sobre el repertorio. No obstantes, es muy poco lo que se puede hacer a nivel personal. En las escuelas de teatro de cualquier nivel que hay en el país, por lo general, el estudio del teatro venezolano se reduce a leer algún sainete y estudiar la obra de Cabrujas, Chalbaud y Chocrón. Si acaso también Santana. Orlando Rodríguez me decía, “por cada cincuenta actores hay un buen director, por cada diez directores hay un dramaturgo y por cada diez dramaturgos hay un investigador.” Es excepcional la labor de investigar, razón por la cual es ignorada por las instituciones educativas o culturales, cuando debiera ser lo contrario. Existe en las universidades porque es necesario hacer una tesis para licenciarse. Aún así, te pones a buscar y la gran mayoría de las tesis aportan pocos nuevos conocimientos pues se limitan a repetir lo que ya dijeron otros. En teatro a lo que dijo Carlos Salas o Juan José Churión, autores importantes pero que no son totalmente confiables pues cometieron errores por carecer de rigor metodológico. En otros casos repiten a Azpárren, el investigador más sólido y de mayor producción publicada que tenemos en materia teatral… Bien. Pero, si ya lo dijo él, ¿qué necesidad se tiene de repetirlo cuando es necesario develar mucha historia que es ignorada? No veo útil ni efectivo ponerse con la pedidera de que se “apoye a la investigación”, etc. etc. He logrado ciertos avances en lo que me he propuesto investigando por la pasión y la continuidad que he tenido, alternando con las clases que doy y la dirección teatral. Es simple: me gusta hacerlo. Aunque he tenido el apoyo y aliento de la Compañía Nacional, única institución que pareciera comprender la importancia de la labor en cuestión, en la investigación no he dependido del gobierno, sino más bien de algunas amistades a quienes he interesado en el tema y han prestado su ayuda, sea costeando unas copias, consiguiéndome un texto o buscando un documento. Para divulgar estas cosas también cuento con algunos medios como Todosadentro, semanario de Mincultura. O contigo y tú interés por el teatro durante décadas que aterriza en un blog muy leído, pero hasta allí llego, Moreno Uribe. No veo un interés consecuente más que el mostrado por algunos servidores públicos. ¿Y de alguna institución oficial como parte de su perfil y principales objetivos? ¡No! Creo que el Estado está en el deber de divulgar todo lo que constituya indagación e información del pasado que pueda fortalecer la identidad nacional. No se cumple con esta obligación. Pero no me quejo tampoco de ello. Lo critico y señalo, pero no me detengo. Hago lo que debo y me gusta hacer, con, sin o, incluso, a pesar del Estado. 





Federico Pacanins agradecido

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Discurso de recepción del  Premio Fernando Gómez
por Federico Pacanins.Distinguidos miembros directivos de la Fundación Fernando Gómez.Autoridades de la Universidad Católica Andrés Bello.Amigos y compañeros del arte dramático.Querida esposa, hijas y familiares presentes.
Señoras y señores.
La gratitud acaso sea uno de los sentimientos de más refinada dimensión humana y -¿por qué no decirlo?-, de mayor grandilocuencia dramática. Dar las gracias, agradecer, bien toma cuenta de no estar solo en  el camino de los logros personales. De estar agraciadamente acompañado en actos plenos de destrezas y ánimo colectivo. Para muestra esta especial reunión y, de cierto, la recepción de este reconocimiento.
En la soledad del esfuerzo individual tal vez se logren creaciones propias de algunas artes: la pintura, la poesía y la creación literaria son ejemplos de la actividad solitaria, en muchos casos plenamente lograda. Pero la expresión de las artes escénicas, nunca se debe al quehacer solitario. Son artes gregarias, de trabajo mancomunado.  Sin ese esfuerzo de aquel “todos para uno y uno para todos”, pues la culminación de la creación dramática no es posible. De modo que este premio llega a mi nombre, pero apunta al reconocimiento de todos los que han estado conmigo a través de los años. De los productores, escritores, actores, diseñadores, directores de arte, vestuaristas, escenógrafos, tramoyistas, maquillistas, ayudantes y ese maravilloso etcétera que ha aceptado nuestro rol de dramaturgo, productor o director en unos treinta años recorridos profesionalmente. Para todos ellos, la buena nueva del galardón,  que lleva el nombre de un actor cuyo ejemplo de constancia deja el mejor aliento imaginable.
Fernando Gómez encarnó  pasión, intelecto y destreza en escena, también dejó saber la constancia de ejercer su oficio en la Caracas nuestra, esa que le dio oportunidad hasta ya bien entrado en sus 90 años. El doctor Gómez –guaireño y caraqueño, refinado y constante-, nos lustra a todos con su nombre, por cierto muy bien representado en los dignos miembros de la Fundación y en quienes ya han recibido el premio.
Hace ya bastantes años tuve la oportunidad de vivir un proceso que explica el comienzo del tránsito por las artes. En mi juventud caminar frente del Teatro Municipal daba la oportunidad de contemplar un icono arquitectónico de la ciudad que, de paso, impulsaba a curiosear lo qué ocurría allá adentro. Pasé de largo por su fachada una y otra vez, hasta que de pronto llegó el luminoso momento de atreverse. De tomar la iniciativa de entrar,  de revisar la promesa de futuro inmediato anunciada en los carteles y presenciar, por ejemplo, algún montaje de ópera o de los espectáculos teatrales ofrecidos por compañías nacionales o Internacionales.
Fui  entonces el joven universitario ucabista que asistía regularmente a los teatros caraqueños –el Ateneo de aquel entonces, Teatro Nacional o el Teatro las Palmas-, hasta que un buen día  di otro paso adelante. El paso de cambiar la butaca del espectador, por un puesto en el escenario. Decisión gigante esta de ir de la expectación a la acción escénica.
Simultáneamente, desde finales de los años setenta la radio nos adiestró en la locución y producción. La formación jurídica también tomó parte en el arte del buen hablar y del escribir con cierta corrección. Las conferencias acerca del jazz  aportaron alguna destreza escénica y un hada madrina apareció en el panorama: Vilma Ramia, la actriz más luminosa y bella del Ateneo de Caracas dirigía los Espacios Unión en la esquina del Chorro. En compañía de Alberto Naranjo, maestro amigo, aceptamos una propuesta de Vilma y, a comienzos de los años noventa, produjimos varias temporadas de las crónicas escénicas dominicales “Arranca en Fa”, con plena aceptación del público y, en cuanto a nosotros, llenas exigencias de crear guiones, producir, dirigir y actuar. El cambio de la expectación a la acción se había cumplido para ya nunca más dar marcha atrás.
Largo e interesante es el camino recorrido desde aquellos tiempos hasta hoy. Quizás demasiado largo para resumirlo en este acto, pero sí suficiente para insistir en dar  justo puesto a quienes nos han apoyado en los eventos de variada índole producidos en todos los teatros de renombre de la ciudad y en algunos del interior. Un apoyo que hoy nos ha llevado a tomar responsabilidades directivas en la Asociación Cultural Humboldt, con especial acento en la “Experiencia Shakespeare”, presta a presentar clásicos de la importancia de Medida por medida, Rey Lear o, muy recientemente, Macbeth.
No corresponde a nosotros dar juicio de lo fructífera o no de nuestra labor. Tal es el privilegio de espectadores y  críticos. Pero sí siento que debe resonar algo legítimo o al menos sincero en este transitar. La urgencia de comunicar un hecho escénico en el que creemos, siempre ha sido el detonador que nos ha puesto en marcha, y gracias a ese detonador interno fuimos abriendo nuestro abanico creativo. Veinticinco años en la radio con programas semanales, muchos de ellos con Roberto Obeso a nuestro lado, nos dieron un cierto  “caraqueñismo” en el tono y, de paso, impulsaron la escritura de crónicas literarias. Luego pasamos a las crónicas escénicas, a los libretos y montajes de musicales, y, por supuesto, al teatro de texto.
Es necesario cierto bagaje cultural para todo quien se mete en esto. Hay gente intuitiva, sin estudios, que  lo hace muy bien, pero también cabe examinar las obras de creadores con mensajes elaborados y eruditos. Tal el caso de Aldemaro Romero,  o  de Juan Carlos Núñez y  Albert Hernández, maestros musicales cercanos y contemporáneos.  La escritura del drama, por su parte, bien puede apuntar a Isaac Chocrón, dramaturgo cuya enorme cultura personal, sin duda, amparó la firmeza de sus obras. Otro tanto sucede con José Ignacio Cabrujas o Román Chalbaud y, algo antes de ellos, con Leoncio Martínez, a quien no se le ha dado el puesto que merece.
Es importante, pues, la lección de construir un bagaje cultural propio: ilustrarse para liberarse, enseñaba Immanuel Kant. Y tal vez, con ese punto de partida, crear convocando talentos afines, dispuestos a compartir sus dotes artísticas en el contexto que uno ofrece. Es un regalo de la vida, en mi caso, recontar cómo nuestra Canción de Caracas dio escena para que Cayito Aponte, por ejemplo, presentara su faceta más refinada de cantante. Igual sucedió en variados espectáculos basados en el arte de Aldemaro Romero,  Billo Frómeta, Andrés Eloy Blanco, Elisa Soteldo, Rafa Galindo,  Graciela Naranjo, Memo Morales, Alberto Naranjo, Oswaldo Morales, el “Pavo” Frank Hernández, María Rivas, Oscar “El negro” Maggi,  Jacques Braunstein o Julio Djaantje, artistas que ya no están con nosotros. También otras crónicas escénicas han dado oportunidad a talentos afines que, afortunadamente, hoy siguen adelante con su luminosa acción creativa: Rodolfo Saglimbeni, Gabriela Montero, Pedro Mauricio González, Estelita del Llano, Yolanda Moreno, Canelita Medina, Delia, Elba Escobar, Violeta Alemán, Luz Marina, Victor Cuica, Gonzalo Micó, Mirna Ríos, Horacio Blanco, Trina Medina, Gisela Guédez, Nancy Toro, Josefina Benedetti, Domingo Sánchez Bor, Fernando Roa, José Antonio Barrios, Jorge Palacios… Sandra Yajure, Adela Romero,  Judy Buendía, Gustavo Adolfo Ruiz, Francisco Morales, Rolando Padilla, Rafael Romero, Nohely Arteaga, Greisy Mena,  Rosalba León, Andrés Barrios,  Magdalena Frómeta, Jesús Rafael Pérez, Selene Quiroga, Laura Guevara, Marisela Lovera, Lorne Ñañez, Brixio Bell, Patty Oliveros, Edisson Spinetti, Carlos Abbatemarco, Orlando Villalobos … José Tomás Angola, Elizabeth Yrausquin, Yoyiana Ahumada, Alid Salazar, Gennys Pérez, Carmen García Vilar, Alejandra Szeplaki, Carlos Silva, Yessica Serrano, Gerardo Blanco, productores y dramaturgos cercanos… Valentina Garrido, Marielena González, Juan Carlos Grisal,  Danel Sarmiento, Claudia Rojas, Fabiola Arace, Eliú Ramos, Catherine Medina, Israel Hernández, Marinés Hernandez, Katherine Coll, María Antonieta Hidalgo, Rafael Gorrochotegui, Silvia De Abreu, Anakarina Fajardo, Andrea Mariña, Cipriano Castro, Jeizer Ruiz, Daniel Martínez, Zair Mora,  todos talentos teatrales de nuevas generaciones… Armando Cabrera, Gerardo Soto y Nattalie Cortez, amigos colaboradores también  honrados con este premio, y, por supuesto, nuestra querida directora musical favorita: Elisa Vegas.
Termino con un par de ideas y un breve monólogo en clave de confesión.
Un buen punto de partida para el hecho creativo está en una enseñanza de Rainer María Rilke, en sus “Cartas a un joven poeta”: colar la creatividad por el filtro de tu espíritu y de tu inteligencia, para abordar la pregunta del por qué dar a conocer algo tuyo. Una pregunta esencial,  existencial, que a veces tendrá la respuesta siguiente:  hay algo íntimo, importante y urgente, que debo expresar y  convertirlo en escrito, en drama o comedia…  en un musical,  en  programa de radio,  en lo que sea… Allí una razón primera, legítima, para  compartir y  comunicar la obra propia. Si por fin aquello tiene o no mérito para los demás, es el riesgo que debe correr todo quien con ánimo creador se atreve en serio.
La segunda idea tiene que ver con la posibilidad de internacionalizar la obra.  Todo parte de ofrecer el color  local.  Julián Marías advertía el campo del arte en un lindero donde algo se alude y algo se elude. Algo se dice y algo se calla. Podemos agregar que eso que se dice y calla debería nacer de lo que uno mismo es, de lo que recibió de sus padres, de su lugar de nacimiento y primera educación. Es muy difícil tratar de formar parte de la generación siguiente. No perteneces a ella y al tratar de incluirte a juro, pues te enmascaras falsamente: no estás viviendo de acuerdo a tus circunstancias innatas . Más difícil todavía es tratar de conseguir tono y color de experiencias ubicadas en pulsiones que ignoras,  en sitios y lenguajes que no has vivido sino por referencias mediáticas. Imposible lograr legitimidad creativa al buscar espacio en un aludir y eludir cosas del todo ajenas. Y vuelvo aquí a mi punto de partida y de llegada: el agradecimiento.
Uno debe ser agradecido. Agradecido con Dios que te dio el sitio para la vida. Con el ambiente que de verdad te ilumina e impulsa: con el país  que te ha tocado vivir, con la gente a quién le has pedido lo más importante, que es su tiempo.  Tiempo para leerte, para que disfrute de tu espectáculo en un programa televisivo, para que te escuche en la radio, para que vaya al teatro a ver algo tuyo…  Cuando hay un largo camino más o menos exitoso recorrido, no se puede fríamente evitar el agradecimiento.  El creador pudo comunicar lo suyo porque alguien le tendió la mano a las cosas que propuso.  Entonces no hay lugar para dar la espalda. Lo que te motivó estuvo y, a pesar de todo, sigue estando aquí, en estos espacios que no todo el mundo los tiene.  Yo estoy seguro que en Nueva York no tendría una Asociación Cultural Humboldt o esta especial tribuna de la UCAB,  ni en Colombia, ni en Madrid, ni en cualquier otro lugar… tendría que volver a nacer.
En una situación coyuntural difícil, por decir lo menos, la solución personal no es tan fácil como decir cierro la puerta, me voy para otro lado. Como creador con cierto reconocimiento uno se mueve en una autopista de dos vías:  tú propusiste y otros aceptaron. Se está en un punto donde tienes que dar por ti mismo, pero también por los demás.  Veo gente cercana que no agradece. Te aplaudieron por todos lados y de repente dices adiós, te fuiste.  Por eso Miami, en muchos casos, no  resulta más que un cementerio de elefantes… (pausa)
Monólogo de siesta de domingo en la tarde con Hotel Humboldt al fondo.
Domingo en la tarde achicharrado por el murmullo de una ciudad lenta. El ensueño de la siesta marca el sonido de viejos discos que dan rumbo a ciudades ideales: Paris, Madrid, Viena, Londres, Nueva York... ¡ah...! (despierto de golpe de mi cómodo y destartalado sillón).  ¡Qué Londres, ni Nueva York! ¡Sueños!...  Puro espejismo de grandeza de ese allá muy lejos de aquí. Sueños de domingo en la tarde. Más nada (busco un trago... sorbo).
El mundo en verdad termina en el borde del Ávila. Al menos allí acaba para mí. Sitios lejanos, idiomas extraños, siguen quedando donde siempre estuvieron: en el mundo del  ensueño, a mil millas de distancia, sin posibilidad ni remota de verdadera conexión inmediata. Lo siento por mi miopía y también por mi limpieza de bolsillos vacíos, pero… (otro sobro, llega un recuerdo)
Cuando pequeño el paseo al Hotel Humboldt, allí en el Cerro Ávila, estaba impregnado de neblina. Era como imaginar un viaje a  Suiza en media hora, o al menos a lo que te imaginabas de Suiza a través de las películas… Te montabas en un funicular que parecía llevarte a una estación de esquí o quizás a un exótico lago. ¿Será que el Ávila tiene nieve?, me preguntaba entonces al ver cómo el hotel armonizaba la idea mediante su chimenea, los muebles bajos, paredes de piedra, mucha madera, y un concierto de arquitecturas que para nada evitaban la neblina de los alrededores, sino todo lo contrario.
Quien diseñó aquello, me decía, de seguro pensó en establecer una estación invernal, pero no ignoró que lo hacía en el lugar tropical más al alcance de lo posible.  Era cosa de darnos mediante el hotel, la realización de un sabroso suspiro con todas las de ley: yo, un transfigurado James Bond caraqueño en plena luna de miel,  y ella, pues una de las chicas de la película, siempre en la medida de lo posible.
¿Lo digo más claro? Pues mejor me vengo de vuelta del espejismo, de la pura metáfora, para responder si funcionó o no el Hotel Humboldt… (¡ajá!)…  y de pronto caigo en cuenta de cuánto importa que aquí mismo, frente a esta Caracas con 453 años, se alce un icono de miles de posibles lunas de miel, tan solo a la espera de una activación que, paradójicamente, quién sabe si algún día llegue a darse (turno de mirar al norte de la ciudad).
Bien lo sé: allí mismo, donde no hay otro norte distinto al Ávila y su teleférico, está el hotel Humboldt que alguna vez fue y quién sabe si volverá a ser. Allá, bien allá, queda Madrid, París, Londres, Nueva York y su Broadway que también un día ya lejano se nos apareció cerca, cerquita...  pero que con todo y la era actual de comunicaciones extremas, como que sigue quedando lejos. Bien lejos. En ese mismo espacio de sueños que, con todo y lo inalcanzable que luzca, todavía encanta la imaginación de un domingo en la tarde (alzo mi copa)
¡Salud discos míos que todavía resuenan!
¡Salud amigos presentes!..Muchas gracias.


Oscar Acosta y su pasión por la historia del teatro

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Oscar Acosta, es licenciado en Educación Artística, docente y director teatral. Se graduó en una de las últimas promociones del desaparecido  Instituto para la Formación del Arte Dramático (IFAD) y, en 1988, fue parte de la primera cohorte de egresados de la Escuela César Rengifo, dedicándose durante años a la promoción del teatro de calle y comunitario de compromiso político.  Ocupó cargos en la administración cultural capitalina como presidente de Fundarte (2000-2009), vicepresidente de la Orquesta Sinfónica Municipal (2006-2008) y miembro de la junta directiva de Fundapatrimonio.Aunque no se asume como dramaturgo, eventualmente ha escrito, estrenado y publicado obras teatrales tales como Los papeles de febrero (2009),  en la cual evoca el doloroso episodio conocido como El Caracazo o en En la plena aurora(2011), drama en la cual recrea a personajes de la gesta independentista en 1810, apartándose de la iconografía y las pompas patrióticas. Los últimos años, además de dirigir e impartir clases en la Escuela de Arte Dramático Juana Sujo, se ha dedicado con tesón a la investigación del pasado teatral venezolano, logrando diversos reconocimientos al develar aspectos inéditos de la escena nacional. Con Acosta mantuvimos una extensa entrevista que reproducimos a continuación. 
 En diciembre pasado se decretó el cambió del Día Nacional del Teatro ¿Cuál fue la importancia del coliseo que decretó Bolívar?
La pregunta es clave en el cambio de fecha del Día Nacional del Teatro. La polarización que vive el país llevó a que algunos compañeros teatristas equivocaran su opinión respecto a lo que motivo la decisión. Claro que la fecha conmemora  la primera vez que un jefe de estado alude con una medida ejecutiva al teatro en el Venezuela y eso tiene cierta importancia. Pero hay una razón más importante para darle relevancia a esta sala teatral y es que allí surgió la escena venezolana. En ese lugar, que tengamos noticia cierta y comprobable, se montaron las primeras piezas escritas por venezolanos. Hablamos de El café en Venezuela, atribuída a Isaac Alvarez de León, estrenada en 1822 y de Virginia, esta última de Domingo Navas Spínola, primera pieza teatral publicada en Venezuela, estrenada en 1824. Spínola nació en Colombia, pero la mayor parte de su vida y actividades las realizó en Venezuela, incluso ocupó el cargo de Alcalde en Caracas. También se montaron otros autores como Pedro Pablo del Castillo y Heraclio Martín de La Guardia, quienes forman parte de la primera avanzada de la dramaturgia venezolana. Resumiendo: en este segundo Coliseo nació la escena criolla.
 Y en el primero que quedaba en la esquina del Conde, ¿no se montaron obras venezolanas?
No que sepamos. Aunque algún que otro cronista y la tradición teatral afirman que Andrés Bello montó en el primer Coliseo de la esquina del Conde una loa llamada Venezuela Consolada, no existe… Me corrijo, no hemos encontrado ninguna comprobación documental de que la loa haya sido  escenificada. La afirmación se basa en conjeturas y suposiciones. Esta loa la escribió Bello a propósito de la introducción de la vacuna contra la viruela en 1804 por el médico Balmis; es una pieza muy breve en la cual se le dan vivas al rey Carlos por haber enviado la expedición que sirvió para que el científico recorriera las colonias españolas con la cura para la epidemia. En último caso, si se representó esa pieza de Bello no tuvo repercusión alguna, ni podía tenerla porque, a mi juicio, su importancia dramática es muy limitada. 
 ¿Cuál fue el interés de Bolívar en decretar la construcción de este teatro?
Ese es otro punto que debemos aclarar. El Libertador, a pesar de que debemos reconocer su interés por el teatro y la educación en general como herramientas sociales importantes en la creación de una nación, difícilmente se iba a estar preocupando desde Bogotá de un salón de espectáculos a menos que, como sucedió y dice el mismo decreto, el jefe político y militar de Venezuela que era José Antonio Páez se lo solicitara. Bolívar era el presidente de la República de la Nueva Granada, llamada Gran Colombia, conformada por los territorios de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. Los problemas económicos, sociales y políticos estaban a la orden del día. El decreto fue emitido dos meses después de un intento serio de magnicidio contra Bolívar que implicó a un sector importante del gobierno en Bogotá; dudosamente el Libertador iba a estar pendiente de un teatro en Caracas cuando los adversarios le armaban una conspiración tras otra. La reconstrucción del teatro, que ya existía desde años atrás,  es ordenada a gracias a la intermediación de Páez, quien a su vez le hace un favor a José María Ponce,  hermano masón del caudillo llanero y oficial veterano de la guerra de Independencia, quien se asoció con el carpintero Ambrosio Cardozo para la empresa escénica.  Los dos deciden invertir en el único teatro que existía en Caracas y para asegurar el éxito económico logran el decreto, el cual les garantizó el monopolio de las representaciones en la ciudad y la exención de los impuestos por 15 años. De todo este cuento, he ido hallando documentos  que datan desde 1818 cuando el teatro es abierto en plena guerra, hasta 1851 cuando es vendido por Ponce, ya muy deteriorado.
 ¿No hubo otros teatros en la ciudad?
En Caracas, desde 1828 hasta 1843, no los hubo. Se montaron escenarios improvisados para ocasiones especiales o efemérides, pero este segundo Coliseo fue el único con temporadas regulares durante 15 años. La exclusividad de las representaciones que ordena el decreto de manera tajante obligó a que prácticamente todos los espectáculos escénicos artísticos se presentaran ese ese lugar. Me refiero no solo el teatro, sino a la ópera, la zarzuela, los conciertos sinfónicos… Incluso el escenario sirvió para dioramas, que eran como paisajes o reproducciones gigantes de escenas históricas con un juego rudimentario de iluminación, una especie de antecedente del cine… También se presentaron magos y funciones de circo. Podemos decir que el escenario tuvo una importancia crucial para los espectáculos de toda índole que se presentaron en el Caracas. Había otras salas en Venezuela, como la de La Guaira, pero ninguna tan importante como esta de la capital por la gran cantidad y variedad de espectáculos que se presentaron en sus tablas.
 Visto con la óptica de hoy día, ¿podemos decir que en ese teatro comenzó el movimiento teatral venezolano?
¡Exactamente!  Por y para ese lugar se constituye  la primera compañía teatral formal, encabezada por los actores de origen cubano Cecilia Baranis y José Ferrer, a quienes les he seguido el rastro por todo el Caribe y en cuanto archivo histórico me encuentro. Ferrer fue el primer director teatral del que tenemos constancia segura hasta ahora en Venezuela, tal como entendemos hoy un director, es decir como el que pauta un repertorio e instruye y establece la disciplina a seguir por los actores. Así lo deja claro un contrato de 1828 entre Ponce y Cardozo, dueños del edificio teatral, más Ferrer como director por un lado y por el otro, una decena de actores entre las que contamos a Cecilia Baranis como “primera dama” y actriz que ganaba casi el doble que el resto del elenco. Este documento podemos considerarlo como la prueba y constitución formal del primer grupo teatral autónomo del país, es decir, funcionaban corporativamente como equipo, eso lo deducimos fácilmente porque el contrato no se firma por separado con cada uno de ellos sino con el grupo completo. Ferrer y Baranis, iniciaron su carrera en la compañía de un español llamado Santiago Candamo, un personaje estelar en la historia del teatro cubano; pasaron a san Juan en Puerto Rico, luego vinieron a Caracas. Algo que aprendí en esta indagación es que no podemos estudiar el teatro de esa época pensando en límites y nacionalidades, parámetros que no existían entonces. Seguirle los pasos a esta pareja de histriones es deambular 20 años por la historia de  Cuba, Puerto Rico, Colombia, Santo Domingo y Venezuela. En nuestro país logran una gran popularidad. La Baranis era muy echada para adelante, llegando muy joven a estas tierras, escribe al Ayuntamiento pidiendo que ponga orden en el funcionamiento del teatro. Ferrer llega a impugnar el decreto de Bolívar cuestionando duramente el monopolio del teatro por parte de Ponce. Era gente de gran iniciativa y empuje, en una etapa en que hacer teatro era una aventura temeraria cargando telones, vestuarios y utilería a lomo de mula y lanchas con remos.
 El  sentido colectivo de la profesión escénica, el bullir interno de los teatristas, surgió con este grupo de artistas que decidió llamarse Compañía de Cómicos. Eran actores de diversas cualidades.  Exceptuando los casos de los venidos de otras compañías del exterior, su técnica era autodidacta y defectuosa, pero eran muy versátiles y ejercitaban, además de la actuación, la esgrima, el canto y el baile que nunca debían faltar en las funciones  que incluían varias piezas en una noche. Según el contrato, estrenaban cuatro comedias mensualmente. Estaban obligados a interpretar el rol que les fuera asignado por el director; si llegaban tarde  o faltaban a la función eran penados con una multa. Solo se les excusaba y podían cobrar salario si se ausentaban de la temporada por causa de enfermedad.
 Pero ya antes había actores…
Claro que los había. Unas tres décadas antes, en el primer coliseo de la esquina del Conde los hubo, pero eran más unos empleados de quien regentaba el teatro que un equipo o agrupación de teatro. Toda la existencia de este primer Coliseo transcurrió durante la colonia y la casi totalidad de los actores eran pardos, mestizos… Solo exceptuamos a una actriz llamada Teresa que, como dicen los documentos, era “blanca de la Guaira”. En la colonia, los pardos ocupaban una posición social subalterna en una sociedad altamente estratificada. Poco sabemos de esos actores pues hasta ahora no se ha hallado constancia de su labor más allá de un par de listas con los nombres y salarios que devengaban, cualquier otra cosa que se diga es especulación o invento sin base alguna. Tan solo uno de ellos llamado Buenaventura López, es recordado por su popularidad muchos años después en algunas crónicas. Del resto nada más se sabe. Entonces al otro grupo de actores del inicio de la república que aparecen firmando un contrato y otros documentos para el funcionamiento del teatro decretado en 1828, podemos considerarlos como los iniciadores del movimiento teatral venezolano. Hubo, como  hoy día, asociación y confrontación entre ellos, demandas, rupturas con el dueño del teatro, litigios por el uso del escenario… El teatro venezolano comenzó a cobrar vida propia más allá del pago por las funciones o el deseo de los gobernantes.
Por ejemplo, en 1834, José Ferrer enfrentó duramente a otro director de nacionalidad española llamado Andrés Juliá García que lo desplazó de la dirección del teatro. Aunque el dueño del lugar era Ponce, la dirección artística estuvo siempre a cargo de un artista.  Juliá García llegó desde Cádiz al Caribe integrando una prestigiosa compañía española, quedándose en Venezuela varios años junto a su familia; este director tiene el mérito de publicar en 1839  el primer ensayo que se conozca en el país sobre el arte actoral. También, igual que el cubano Ferrer, aportó mucho al desarrollo escénico.  En el sur del país todavía hay descendientes del apellido Juliá García.
 ¿Tiene el respaldo de toda esa información?
Absolutamente todo lo que te digo puede ser respaldado, en su mayoría con documentos de los archivos históricos venezolanos existentes en el Archivo General de la Nación, el de la Academia de la Historia o el Archivo Histórico Municipal de Caracas. En algunos casos he recurrido a documentos oficiales o hemerografía de archivos digitales extranjeros en línea. También he pedido ayuda  a compañeros teatreros o docentes de otros países como Puerto Rico, Cuba, Chile, México y Colombia para que me apoyen revisando algunas fuentes imposibles de acceder desde Venezuela. La cantidad de materiales desconocidos e información inédita sobre las artes y, en particular, sobre la escena venezolana es abrumadora. Pasarán décadas para conocer el cuadro completo de nuestro pasado escénico, que es mucho más importante y trascendente de lo que nos dicen en las escuelas escénicas. Y todo esto se desprende de las fuentes históricas que existen y contienen centenares de expedientes sobre el teatro venezolano. Me refiero no solo a Caracas, sino a lo que se hizo en los estados. Nada se conoce del teatro inaugurado en Ciudad Bolívar en el siglo antepasado, tampoco del coliseo de La Guaira abierto en 1829, ni de las temporadas dadas en los pueblos andinos de grupos profesionales que recorrían el Caribe y entraban a Venezuela por Maracaibo. ¿Sabías que hubo un teatro en Cumaná en la época colonial? Toda esa información está en los archivos. ¿Otro ejemplo? Por este coliseo que decretó Bolívar pasaron artistas  ilustres como el dramaturgo y actor catalán José Robreño y su familia. También Francisco Villalba, director y actor español que recorrió Suramérica para radicarse en Bogotá y fundar la Biblioteca Nacional de Colombia hizo largas temporadas en el lugar. Poco sabemos de esas figuras que, entre otras,  no me cabe la menor duda que influyeron con su talento y experiencia en el desarrollo artístico criollo.
Toda esa información es muy importante para las nuevas generaciones… ¿A través de cuáles medios o plataformas se está difundiendo?
Poco a poco he venido modestamente divulgando lo que se puede por la prensa y en alguna que otra publicación que se presta. Pronto la Compañía Nacional publicará los tres primeros capítulos de un ensayo que escribo  dedicado al coliseo de Ponce, en los cuales me dedico al estudio de la inauguración y las características físicas de la sala; también doy detalles sobre el repertorio. No obstantes, es muy poco lo que se puede hacer a nivel personal.  En las escuelas de teatro de cualquier nivel que hay en el país, por lo general, el estudio del teatro venezolano se reduce a leer algún sainete y estudiar la obra de Cabrujas, Chalbaud y Chocrón. Si acaso también Santana.  Orlando Rodríguez me decía, “por cada cincuenta actores hay un buen director, por cada diez directores hay un dramaturgo y por cada diez dramaturgos hay un investigador.” Es excepcional  la labor de investigar, razón por la cual es  ignorada por las instituciones educativas o culturales, cuando debiera ser lo contrario. Existe en las universidades porque es necesario hacer una tesis para licenciarse. Aún así, te pones a buscar y la gran mayoría de las tesis aportan pocos nuevos conocimientos pues se limitan a repetir lo que ya dijeron otros. En teatro a lo que dijo Carlos Salas o Juan José Churión, autores importantes pero que no son totalmente confiables pues  cometieron errores por carecer de rigor metodológico. En otros casos repiten a Leonardo Azpárren Giménez, el investigador más sólido y de mayor producción publicada que tenemos en materia teatral… Bien. Pero, si ya lo dijo él, ¿qué necesidad se tiene de repetirlo cuando es necesario develar mucha historia que es ignorada? No veo útil ni efectivo ponerse con la pedidera de que se “apoye a la investigación”, etcétera. He logrado ciertos avances en lo que me he propuesto investigando por la pasión y la continuidad que he tenido, alternando con las clases que doy y la dirección teatral.  Es simple: me gusta hacerlo. Aunque  he tenido el apoyo y aliento de  la Compañía Nacional, única institución que pareciera comprender la importancia de la labor en cuestión, en la investigación no he dependido del gobierno,   sino más bien de algunas amistades a quienes he interesado en el tema y han prestado su ayuda, sea costeando unas copias, consiguiéndome un texto o buscando un documento. Para divulgar estas cosas también cuento con algunos medios como Todosadentro, semanario de Mincultura. O  contigo y tú interés  por el teatro durante décadas que aterriza en un blog muy leído, pero hasta allí llego, Moreno Uribe. No veo un interés consecuente más que el mostrado por algunos  servidores públicos. ¿Y de alguna institución oficial como parte de su perfil y principales objetivos? ¡No! Creo que el Estado está en el deber de divulgar todo lo que constituya indagación e información del pasado que pueda fortalecer la identidad nacional. No se cumple con esta obligación. Pero no me quejo tampoco de ello. Lo critico y señalo, pero no me detengo. Hago lo que debo y me gusta hacer, con, sin o, incluso, a pesar del Estado.




Para no olvidar a Cabrujas

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Cabrujas,el inolvidable.
Nada mejor que recordarlo en estos tiempos de revolución ya que no podemos contactarlo en el más allá, en ese espacio ignoto de las ondas gravitacionales donde está  su voz ronca, agorera y entusiasta,. Murió vivo y legó vastísima obra literaria que lo sobrevive. Nació el 17 de julio de 1937 en Caracas y le falló el corazón en Porlamar, el 21 de octubre de 1995. Era José Ignacio Cabrujas, vitriólico y original intelectual que amó demasiado a esta Tierra de Gracia y quien sí enseñó las claves de su método, cabrujiano, para interpretarla. Lo recordamos hoy para  que nadie, inteligente y además patriota,  lo borre de sus agendas y menos en este año cuando se cumplen 25 años de su desaparición física.
Imposible evocar a Cabrujas sin aludir al crítico Leonardo Azpárren Giménez, quien, auspiciado por la Universidad Simón Bolívar, adelantó la compilación de toda su obra teatral, y la periodista y escritora Yoyiana Ahumada porque en su libro  El mundo según Cabrujas , importante  compendio de 320 páginas, impresas por Editorial Alfa, con textos ineludibles que recogen las impresiones de una de las intelligentzias más complejas y brillantes del siglo XX criollo; ahí reposa una parte de la consecuencia del periplo intelectual y humano del legendario autor de  El día que me quieras , Acto Cultural , Profundo y El Americano Ilustrado, para citar algunas piezas memorables de ese mural de la Gran Venezuela que nos enseñó a conocer y amar. Pero dejemos que sea esta apasionada trabajadora cultural quien revele más detalles sobre esta joya literaria nacida de un acto de amor.
Vigencia de un autor
La colega Ahumada puntualizó que cuando un investigador se obsesiona con un autor, y eso es exactamente “lo que me ha sucedido a mí. Desde mi tesis de Magister Literarae en la Universidad Simón Bolívar, hasta los artículos que he escrito, los seminarios etcétera, me han permitido descubrir claves cabrujianas sobre una de las intelligentzias más completas del siglo XX venezolano como lo fue, o lo sigue siendo Cabrujas”.
Pero Ahumada  no propone a Cabrujas como modelo, “porque en su permanente juego dialéctico, y su brillante juego paródico, siempre marcó distancia con voces como la de Arturo Uslar Pietri, que fungía de una especie de oficiante del “deber ser” del venezolano. Cabrujas rompió con el modelo del intelectual distante del país, del venezolano de a pie y se puso de tú a tú con él. Creo que las nuevas generaciones deberían estudiarlo para comprender las claves del fracaso del proyecto de Venezuela como país, para profundizar en los tópicos sobre los cuales hemos construido la idea de la venezolanidad y el porqué de nuestras taras: la provisionalidad, la distancia entre las instituciones y el individuo; el fracaso de esas propias instituciones, el concepto del Estado Mágico; el país como lugar de paso, la ciudad del “mientras tanto y por si acaso”, el redentorismo entre otras. Comparto lo de que dice el escritor Alberto Barrera Tyzka en cuanto a que “El Estado del Disimulo”, una entrevista realizada en el marco de la Comisión para la Reforma del Estado (1987) debería ser un texto fundamental en el bachillerato”.
¿Vale la pena recordar a Cabrujas, cuando no lo montan con la frecuencia que se merece?
El hecho de que no lo lleven a escena es un tema que habría que preguntarse, y siempre me ha llamado la atención que salvo Profundo y por supuesto su obra más famosa, El día que me quieras, sean las únicas que se hayan montado  varias veces. El Trasnocho Cultural ha hecho varios homenajes a través de lecturas dramatizadas y montajes, pero hasta ahí llega. Pienso en  Acto Cultural  (mi favorita) que hoy día tiene mucha vigencia, mucho que decirle al país sobre un proyecto cultural que a troche y moche se quiere imponer al país. Me refiero al anacronismo de la cultura endógena de pájaros guarandoles, y chiriguares, de un teatro político mediocre; y marcado por una orientación del “prolet kult”. Creo en la resistencia cultural e insisto ir en contra de la desmemoria.
¿Qué es lo importante de Cabrujas?
-Cabrujas me apasiona en primer lugar porque desde el punto de vista dramatúrgico es un genio que combina con maestría el manejo de técnicas modernas de intervención ficcional, como la parodia, la ironía, etcétera, con géneros aparentemente arcaicos como el sainete. Su construcción de personajes es muy profunda y ese es un gran hallazgo que no se repite en otros autores venezolanos, la construcción de personajes que llegan a convertirse en arquetipos Pío Miranda por ejemplo. Son personajes con los cuales el autor te permite establecer empatía porque son como uno, meten la pata, con una ingenuidad, que sólo te despierta compasión y ese giro ya los hace inolvidables y profundamente humanos.
En cuanto a los argumentos indudablemente la capacidad de “historiar” el teatro es extraordinaria, de que la historia nacional le sirva como telón de fondo para un argumento es un teatro enraizado en la venezolanidad para hurgar en esa Gran Historia, la de Eduardo Blanco o Gil Fortuol y parodiarla, y decirnos “mira epa no sigas creyendo que somos un país grande”, sino un gran país mediano donde un protocolo, como el de Rojas Freire, borra 300 mil kilómetros del Esequibo porque se derramó una compota de hicacos como en la escena de  El americano ilustrado . Cuando llevaron a escena  El día que me quieras , yo la veía y decía está hablando de Pío Miranda, un comunista que ni siquiera leyó el Manifiesto, que ni sabía por qué lo era. Símbolos vaciados de significado. Así mismo desde el punto de vista de la estructura dramática Cabrujas y eso lo recoge buena parte del trabajo crítico sobre su obra está construida como una partitura porque era melómano y erudito de la ópera.
Cabrujas publicó casi todas sus obras y otros libros, entre ellos recordamos:  Profundo Acto Cultural Fiésole El día que me quierasUna noche orienta El Americano IlustradoAutorretrato de artista con barba y pumpá y Sonny. Y un libro póstumo,  Latinoamérica inventó la telenovela, resultado de un taller que dictó sobre “El Libreto de Telenovelas”, en el Instituto de Creatividad y Comunicación (ICREA).
Para el crítico Azpárren Giménez,   El Americano Ilustrado  es la coda del conjunto de obras que hicieron de él un dramaturgo indispensable. La historia de los hermanos Lander y sus relaciones con Antonio Guzmán Blanco, el Ilustre Americano, trasciende los enredos de la intriga para presentar el mundo de privaciones, anhelos y frustraciones de los personajes. Arístides y Anselmo Lander no resuelven, al igual que los personajes de obras anteriores, sus incompetencias en sus vidas privadas, en particular las relaciones con la pareja, al tiempo que su proyección pública, uno Ministro de Asuntos Exteriores y el otro Obispo, termina siendo un grotesco lamentable


Big espera su turno para conocer Caracas

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Victor Vegas y su Big esperan turno para venir a Caracas
¿Cuál es su balance en lo personal y en lo profesional con respecto a su inmigración a Europa?
Víctor Vegas, a quien conocemos desde hace varios años, respondió así:
El próximo mes de octubre de 2020, Irma, mi esposa, y yo cumpliremos 12 años viviendo en España. Mientras pensaba en cómo responder a tu pregunta, he recordado que en 2014, con motivo de nuestro sexto aniversario de haber arribado a Madrid, colgué en mi blog un post en el que, entre otras cosas, declaraba lo siguiente: “Echando una rápida mirada a los últimos seis años, no puedo más que decir que esta ciudad nos ha recibido con los brazos abiertos. Hemos conocido gente nueva, generosa y amable, alguna de las cuales consideramos ya nuestra amiga. Hemos tenido la oportunidad de crecer como profesionales y seres humanos. Hemos ganado en experiencia vital y calidad de vida…”. Seis años después de haber hecho aquella declaración no puedo más que ratificarla. Las expectativas con las que pisamos el aeropuerto de Barajas, hace casi doce años ya, se han ido materializando de un modo acompasado. Y creo que no exagero al afirmar que lo han hecho incluso por encima de lo que esperábamos. Y en todo este tiempo hemos seguido ganando amigos y creciendo como personas y profesionales. Yo he seguido publicando libros y hasta he encontrado la oportunidad de volver a hacer una de las cosas que más me gusta hacer después de escribir: dirigir teatro.
¿Qué es lo que ha pasado con su novela Me llaman Big que ahora será teatro?
La historia que se cuenta en Me llaman Big, o más bien su personaje principal, Big, ha tenido un extraño y complejo recorrido. Se trata de ese tipo de cosas raras que a veces suceden porque sí y que uno apenas puede explicar. Big nació como personaje de una de mis piezas de teatro que escribí cuando aún vivía en Caracas. Tiempo después volvió a llamar a mi puerta pero esta vez para ser el protagonista principal de mi segunda novela publicada en España y ahora se ha convertido en el personaje alrededor del cual gira un montaje que estamos preparando y que se titula Big. Con este montaje de alguna manera el círculo se cierra. La idea de dicha puesta surgió a raíz de la presentación de la novela que hicimos en Madrid, en la que invité a un buen amigo actor, David Hernández, a escenificar una de las pantomimas que vienen en el libro. Te recuerdo que Big es un mimo que crea espectáculos para representarlos ante niños que viven en situación de riesgo en países que se encuentran en guerra. Y aunque el tema principal de la novela es la guerra, en ella se abordan otros asuntos entre los cuales el mundo de las artes escénicas es uno de ellos. David (un hombre de teatro con una formación y una experiencia teatral envidiables) y yo quedamos tan satisfechos con el resultado que luego nos propusimos ir más lejos y encarar un montaje en el que prescindiéramos de la palabra y dejar que los gestos y el movimiento del cuerpo fueran los que contaran las vicisitudes por las que atraviesa Big. La puesta en escena cuenta además con música original y una realización videográfica que acompañan y ayudan a David a relatar sobre el escenario la historia de Big. La banda sonora ha sido compuesta por Víctor Geyser, un joven y talentoso músico madrileño que nos complace haya aceptado unirse al equipo y con cuyo trabajo estamos encantados; la realización videográfica ha corrido por cuenta del propio David. El espectáculo tiene una carga visual, auditiva y poética importantes, que esperamos haga de él una experiencia sobrecogedora para el público espectador. Al principio realizamos mucho trabajo de mesa. Durante aquellos primero días David y yo tuvimos muy claro el concepto de espectáculo que deseábamos para nuestro montaje. Él por supuesto había leído la novela y se había enamorado de su protagonista. David es un actor muy físico, fiel representante de la escuela de Grotowski, y eso me hizo pensar, cuando lo vi actuar por primera vez, que podría interpretar estupendamente, en un montaje teatral, a Big. El pasado mes de febrero realizamos en el centro cultural Carril del Conde un ensayo general con público y a través de los comentarios que recibimos de amigos y allegados nos han permitido constatar que vamos por buen camino. Y esto que, aclaro, por motivos técnicos de la sala, no nos fue posible mostrar la realización videográfica que acompaña de principio a fin al espectáculo. Consideramos que todavía se trata de un trabajo “in progress”, sin embargo, David y yo estamos contentos e ilusionados con lo conseguido hasta el momento.
¿Cómo se presenta el panorama para los intelectuales latinoamericanos y en particular para los venezolanos?
En España hay siempre un interés por lo que viene de América Latina. Ediciones Huso, la editorial con la que publico actualmente, también ha publicado a otros autores latinoamericanos. Pienso que el éxodo que viene produciéndose en Venezuela desde mediados de los años dos mil ha contribuido a que, de una forma u otra, la literatura hecha por escritores venezolanos se esté conociendo más allá de las fronteras del país. Ahora puedes ver que autores coterráneos son publicados no solo aquí en España sino en otros países de gran tradición literaria como Argentina, México, Colombia o Estados Unidos, sin mencionar las traducciones que de la obra de estos mismos autores se están realizando a otros idiomas. Tal vez me equivoque, pero creo que en ningún otro período de nuestra historia contemporánea se había publicado a tantos autores venezolanos fuera del territorio nacional como se ha hecho en estos últimos años.
¿Qué ha pasado con su novela aquí en Caracas?
Ignoro si Me llaman Big llegará algún día a las librerías de Caracas y del resto del país. Ojalá. En la actualidad la editorial está haciendo un gran esfuerzo con el fin de distribuir su catálogo en América Latina. Desde mayo del año pasado, por ejemplo, Me llaman Bigpuede adquirirse en Perú a través de la cadena de librerías Books & Co. y este año, en abril, arribará a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires de la mano de Panoplia de Libros.
¿En qué nuevo proyecto estás metido?
A finales del año pasado acabé de escribir un nuevo libro. Se trata de una colección de relatos breves que venía trabajando desde hace tiempo. Contiene una variedad de cuentos que van de lo fantástico, pasando por lo realista, hasta incluir algún que otro texto de ineludible crítica social. Pero pese a esta variedad, el libro conserva una unidad indiscutible puesto que siempre intento trabajar mis textos desde la idea del todo. Además, le he puesto punto y final a una nueva pieza de teatro. Ahora conservo a ambos proyectos metidos en un cajón, en reposo, antes de encarar con ellos el proceso de revisión. Por otra parte, entre mis planes para este año están el de retomar la escritura de una novela que me está dando bastante batalla y la idea para otra pieza de teatro. Como verás, en cuanto a proyectos literarios, estoy servido.
En lo que respecta a las artes escénicas, la prioridad en el corto plazo es completar el montaje de Big. Nuestro objetivo, de ser posible, porque desde luego no depende tan solo de nosotros, es estrenar a lo largo de este año. Adicional a este nuevo espectáculo, la actriz Estela Perdomo y yo nos hemos propuesto la tarea de desempolvar nuestro montaje de Baby Boom en el Paraíso y llevarlo otra vez a los escenarios. Durante el pasado mes de enero hicimos temporada en la sala OFF Latina y el viernes 6 de marzo estuvimos en el Teatro Víctor Fernández Gopar invitados por el Cabildo de Lanzarote, en donde nos han recibido maravillosamente: el teatro lleno y con el público aplaudiendo de pie al finalizar la representación. Te confieso que ha sido una de las mejores funciones que hemos dado en los casi cinco años que llevamos girando con este espectáculo. Nuestra idea era continuar moviéndolo por teatros y salas de España, pero ante la crisis sanitaria que se acaba de decretar en todo el país, y que al parecer se extiende al resto del mundo, solo nos queda la incertidumbre. Un montón de dudas se han cernido sobre nosotros y nuestros proyectos. El cierre de salas y teatros, sumado a la cancelación de cualquier evento cultural, lamentablemente no hace presagiar un futuro halagador para el sector acá en España, que dicho sea de paso, apenas estaba aún en vías de recuperación de la crisis anterior. Por ahora solo nos resta esperar y seguir al pie de la letra las recomendaciones de las autoridades. En las actuales circunstancias no podemos hacer otra cosa.

Elio Palencia cuenta todo sobre su premiada obra Escindida

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Elio Palencia feliz desde España.
El dramaturgo venezolano Elio Palencia está en Madrid y desde allá responde a unas preguntas sobre su pieza Escindida, la cual  fue estrenada e hizo temporada en el Centro Cultural Trasnocho, del 14 al 23 de febrero, en el Festival de Jóvenes Directores, ganándose varios merecidos galardones, entre ellos uno para su joven actor Jeizer Ruiz (@jeizer1).
 Nos dice Elio:
Cuando conocí La Habana en 1987 con Rajatabla y el montaje de Casas Muertas, en aquellos tiempos de nuestro inolvidable Carlos Giménez, la ciudad y su gente me enamoraron enormemente; establecí relaciones de amistad que continuaron y crecieron, y como lo que te enamora, deseas seguirlo, disfrutarlo y conocerlo más, regresé.
Escindida nace, pues, de una estancia que tuve en La Habana a principios de los noventa, justo cuando empezaba el llamado “Período Especial” (Después de la caída de la URSS y por tanto Cuba quedó sin ese respaldo económico en medio del bloqueo); una estancia de privilegio, entonces, porque pude quedarme con familias amigas, integrarme y vivir la fantasía de “mimetizarme” en la cotidianeidad; “pasar por un habanero más” en unos tiempos en los que como turista no era nada fácil. Pues, ese viaje fue una inmersión interesantísima que me regaló muchas sensaciones, constataciones, negaciones, dudas, experiencias de autoconocimiento y de profunda humanidad… pero, sobre todo, me generó interrogantes. Y, claro, a mí las interrogantes me inquietan, quiero responderlas… y ahí está el teatro, la escritura como posibilidad para ponerlas a jugar en función de la dialéctica de dramático, del ver “qué pasa”, de poner gente a hablar en medio de situaciones e intentar observar, entender aunque sea un poco.
Empecé a escribirla en 1991, justo al llegar a Caracas, pero percibí que no expresaba, ni en forma ni en contenido, aquello que se movía dentro de mí y que se alejaba de tajantes blancos y negros, que conllevaba a matices, ruido y silencios, ambigüedades y entrelíneas… ¡y ya sabemos lo incómodas e inasibles que resultan tanto las ambigüedades como las entrelíneas! Insistía, pero nada. La aparqué. Dos años después decidí retomarla, sacarme eso de dentro. Ya vivía en Madrid con la experiencia tanto de la emigración propia como de la cubana (era época de una diáspora enorme, la del hambre) y de la relación con cubanos de dentro que venían de viaje a eventos teatrales del CELCIT y el FIT de Cádiz, me sentía con más herramientas y me puse a ello. Me costó muchísimo encontrar una forma que expresara algo que trascendiera –sin excluirlas- fáciles posiciones polarizadas o deterministas, que se remitiera a sensaciones y preguntas… que rezumara humanidad (finalmente, como concluyó Cabrujas, sobre todo “el teatro es la gente”) y por tanto no desestimara lo impreciso, los agujeros negros, lo indeterminado… eso que puede dar placer, pero también incomodar”.
La mejor forma que encontré fue tomar mi premisa en la que estaban una familia, sus sueños y frustraciones, la precariedad y el hambre… y me acerqué a autores maestros (entonces, participaba de un taller de dramaturgia), me dispuse a jugar al homenaje tanto con la densidad beckettiana o brechtiana, como con la performance, la intertextualidad o la ligereza de la conga, el drama costumbrista y el sainete… Gracias a jugar a ese eclecticismo y persistir en él  –con los escollos y dolencias, pero también alegrías que significa jugar con materiales tan diversos, y tú lo sabes- fue que pude poner “fin” en un borrador, que después trabajé y más tarde envié al Premio Marqués de Bradomín para Jóvenes Autores Teatrales de España, e inesperadamente –no muchos extranjeros lo habían ganado- me lo otorgaron. La editaron y el premio en metálico me dio para vivir varios meses y conocer parte de Marruecos. En algún periódico español, alguien me nombró como “el escritor cubano…”. Supongo que algo parecido le habrá pasado a Rómulo Gallegos cuando escribió Una brizna de paja en el viento, a raíz de su vivencia como exiliado en La Habana. Hasta ahora no se había estrenado, sólo alguna lectura dramatizada en público. Cuando gané el premio, se la envié a Rajatabla –una de mis casas- y sé que la leyeron, pero entonces ya no estaba Carlos Giménez. Estoy seguro de que él hubiese cuando menos propiciado su producción. Un par de directores talentosos y que respeto me habían halagado pidiéndomela para llevarla a escena, pero es una pieza tan fronteriza desde el punto de vista ideológico y estético que la “obvia ubicación” de los interesados me parecía muy peligrosa para los matices que siempre he cuidado como esencia de la pieza. Además de esto el momento y contexto en el que me la pidieron, también hicieron que me abstuviera de autorizarlo. Algo que quizás les fue difícil de comprender pero preferí no correr el riesgo de que un texto mío se prestara a la propaganda y mucho menos defender a algún polo, cosa que no deja de ofender a la inteligencia. Las circunstancias han cambiado y los tiempos también”.
Ahora, un joven director, Francisco Aguana, se ha visto conmovido por ella –cosa que me halaga, extraña y produce curiosidad- y me ha parecido pertinente abrirla la puerta para jugar con ese texto, hacer su primera propuesta a partir de él, arriesgarse y comprometerse con un proceso en el que un creador –y más si cuando sucedieron los hechos que la inspiraron no había nacido- tendría muchos retos por delante. Quedó seleccionado para el Festival y me parece estupendo que esté poniéndole al alma, en una época en la que ese tipo de teatro es muy difícil de producir sin apoyos públicos o privados. Se ha gestionado un elenco muy bueno y un equipo de profesionales con ilusión y esperanza. De modo que todo ese riesgo me produce respeto y admiración, al igual que su carrera como actor y por ello le he prestado todo el apoyo que me ha sido posible. Hacer algo así es esperanzador no sólo para el teatro y las artes, sino para todo lo mejor que pueda visualizarse como futuro en el país.
Y para cerrar, te cuento que el año pasado escribí un musical de pequeño formato para un director venezolano que vive en Londres y tres cantantes líricos de Madrid. Y ahora me encuentro rayando algunas hojas y tecleando acerca de estampas y personajes de un pasado más o menos cercano, algo muy íntimo, pequeñito (lo llamo “un cuadrito”) que me permite moverme lo más libremente que puedo en mi memoria y en los temas que generalmente me mueven… y en el autoconocimiento (Sócrates, delante jajaja) …no mucho más.
Gracias, Edgar.       


27 de marzo Día Mundial del Teatro 2020

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El autor del mensaje del Día Mundial del Teatro del International Theatre Institut ITI, es el galardonado dramaturgo pakistaní Shahid Nadeem y hoy, anticipadamente las publicamos porque los lectores deben meditarlas, especialmente los que realizan actividades artísticas como tal y sus espectadores en general.Y nosotros como periodista y dramaturgo aquí estamos, no podíamos obviar esta colaboración de la Yahaira desde aquel París con epidemia,además.
 El ITI fue creado por iniciativa del primer Director General de la UNESCO, Sir Julian Huxley, y del dramaturgo y novelista JB Priestly en 1948, justo después de la Segunda Guerra Mundial, y al comienzo de la Guerra Fría, cuando el Telón de Acero dividió el Oriente y Occidente. 
El objetivo de los fundadores de ITI era construir una organización que estuviera alineada con los objetivos de la UNESCO en materia de cultura, educación y arte, y que centrara sus esfuerzos en mejorar el estado de todos los miembros de las profesiones de las artes escénicas. Ellos concibieron una organización que creó plataformas para el intercambio internacional y para la participación en la educación de las artes escénicas, para principiantes y profesionales por igual, así como el uso de las artes escénicas para el entendimiento mutuo y la paz. El ITI se ha convertido en la organización más grande del mundo para las artes escénicas, con más de 90 Centros distribuidos en todos los continentes. 
Shahid NADEEM, El teatro como santuario.
Al final de una representación de la obra de teatro de Ajoka sobre el poeta sufí Bulleh Shah, un anciano, acompañado por un niño, se acercó hasta el actor que había interpretado el papel del gran sufí, “Mi nieto no se encuentra bien, ¿podría bendecirlo? dijo, El actor se sorprendió y contesto: "No soy Bulleh Shah, solo soy un actor que interpreta el papel". El anciano entonces contesto: "Hijo, no eres un actor, eres una reencarnación de Bulleh Shah, su Avatar".
 De repente, se nos ocurrió un concepto completamente nuevo de teatro, donde el actor se convierte en la reencarnación del personaje que interpreta. Explorar historias como la de Bulleh Shah, historias como esta existen  en todas las culturas y pueden convertirse en un puente entre nosotros los creadores de teatro, una audiencia desconocida pero entusiasta. 
 Mientras actuamos en el escenario, a veces nos dejamos llevar por nuestra filosofía del teatro, en nuestro papel como precursores del cambio social a veces  dejamos atrás a  gran parte de la comunidad. 
En nuestro compromiso con los desafíos del presente, nos privamos de las posibilidades de una experiencia espiritual profundamente conmovedora que el teatro puede proporcionar.
En el mundo de hoy donde la intolerancia, el odio y la violencia están en aumento, nuestro planeta se está hundiendo cada vez más en una catástrofe climática, necesitamos reponer nuestra fuerza espiritual. 
Necesitamos luchar contra la apatía, el letargo, el pesimismo, la avaricia y el desprecio por el mundo en que vivimos, por el planeta en el que vivimos. 
El teatro tiene un papel, un papel noble, debe dinamizar y hacer avanzar  a la humanidad ayudarla a levantarse antes de que caiga en un abismo. El teatro puede convertir el escenario en un templo, el espacio de actuación, en algo sagrado. 
En el sur de Asia, los artistas tocan con reverencia el piso del escenario antes de pisarlo, una antigua tradición en la que lo espiritual y lo cultural estaban entrelazados. Es hora de recuperar esa relación simbiótica entre el artista y el público, el pasado y el futuro. Hacer teatro puede ser un acto sagrado y los actores pueden convertirse en los avatares de los roles que desempeñan. 
El teatro tiene el potencial transformador de convertir la escena  en un santuario y ese santuario en un espacio de actuación.
 Biografía de Shahid Nadeem.
Shahid Nadeem, director de teatro y el más importante dramaturgo pakistaní, también dirige el famoso teatro Ajoka.
Shahid Nadeem nació en 1947 en Sopore, Cachemira. Se convirtió en refugiado a la edad de un año, cuando su familia tuvo que emigrar al Pakistán recién creado después de la guerra de 1948 entre India y Pakistáncerca del conflictivo estado de Cachemira. 
Vivió en Lahore, en Pakistán, donde realizó su maestría en psicología en la Universidad de Punjab. 
Escribió su primera obra de teatro como estudiante universitario, pero se convirtió en dramaturgo cuando comenzó a escribir desde su exilio político en Londres obras de teatro para la compañía  disidente paquistaní Ajoka, creada por Madeeha Gauhar, una activista, con la  que luego se casó. 
 Shahid Nadeem, ha escrito más de 50 piezas originales en punjabi y en urdu y varias adaptaciones de piezas de Brecht.
Ha colaborado con la Televisión paquistaní como productor y gerente. Ha sido encarcelado tres veces bajo diferentes gobiernos liderados por el ejército por su oposición al régimen militar y fue seleccionado como preso de conciencia por Amnistía Internacional. 
En la tristemente célebre prisión de Mianwali Jail, comenzó a escribir obras de teatro para los fines de semana producidos por y para los prisioneros. Más tarde trabajó como coordinador de campañas internacionales y ha sido responsable de la comunicación Asia Pacifico para Amnistía Internacional. Fue becario en el Getty Research Institute, International Pen, en los Estados Unidos y en el National Endowment for Democracy. 
También es miembro de la red "Teatro sin fronteras".
Las obras de Shahid Nadeem se han montado y publicado  en Pakistán e India.Sus obras también han sido montadas  y actuadas en el mundo entero incluyendo Bulha en el HammersmithTeatro (Londres, Reino Unido), Tranvía (Glasgow, Escocia, Reino Unido) y Helsignor (Dinamarca), Amrika Chalo en el Center Davis for Performing Arts, Universidad de Georgetown, Washington (USA), Bala king en el Black Box Theatre (Oslo, Noruega), Burqavaganza en los Estados Unidos en El Bravo for Women Theatre (San Francisco), Acquital en Highways(Santa Monica).
Sus obras han sido traducidas al inglés y publicadas por Oxford University Press, Nick Hern Editores y en varias antologías. 
Recibió la Medalla Orgullo de Rendimiento en 2009 por el presidente de Pakistán. También ha dirigido obras para teatro y televisión y organizado el  Festival de Teatro por la Paz en India y Pakistán.  Colabora con los principales periódicos pakistaníes e hindúes y con el servicio BBC Urdu.Produjo documentales sobre temas culturales, en particular  sobre el museo de Lahore, las costumbres de Punjab, el poeta Iqbal y el pintor Sadeqain.
Las obras de Shahid Nadeem son muy apreciadas por su audacia en temas socialmente relevantes y a veces tabú como el extremismo religioso, la violencia hechas a las mujeres, la discriminación contra las minorías, la libertad de expresión, el clima, la paz y el sufismo. Varias  de sus piezas abordan las cuestiones de la separación del sur de Asia y el patrimonio cultural común de esta región. 
Combina hábilmente temas sociales y políticos contemporáneos con formas tradicionales y herencia popular para presentar un teatro entretenido e intelectualmente estimulante. La música forma parte integral de sus produccionesteatrales. 
Enseña el arte de escribir en el Instituto Ajoka de Artes Escénicas y el Instituto de Arte y Cultura, en Lahore.
Versión en español: Yajaira Salazar, presidenta del Nuevo Centro ITI Venezuela. Instituto Internacional de Teatro ITI.Organización Mundial para las Artes de la Escena U.N.E.S.C.O.












"Enjambres" es novela oportuna del venezolano Edgar Borges

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“Firmé mi nueva novela Enjambres con Altamarea Ediciones, un sello español que me interesa por su apuesta literaria ajena al ruido comercial que hoy inunda el mundo del libro. Comenzaron publicando obras de autores italianos que admiro (Pasolini. Pavese) y hoy suman autores españoles y latinoamericanos a su catálogo. Otro punto importante es que Altamarea llega a varios países de Latinoamérica”, nos escribe desde Madrid el escritor venezolano Edgar Borges. 
Enjambreses una novela que acontece a pulso entre una historia particular y un caos general. En el mundo estalla “la guerra del todos contra todos”; lo que comenzó como una conformación de bandos en torno a opiniones, terminó en combates cuerpo a cuerpo. Cualquier cosa, desde una nacionalidad hasta una opinión, puede ser motivo de guerra. En este contexto, un grupo de padres deciden mandar a sus hijos a refugiarse en la casa que uno de ellos tiene en un bosque. Cinco jóvenes se ocultarán del caos dentro de ese bosque; pero la huida impuesta desata otras motivaciones de fuga: el mundo adulto, la culpa de los padres, el fracaso del sistema”. 
“El grupo de mi novela no huye de la peste, como en El Decamerón, huye de “la guerra del todos contra todos”, lo que podría ser una crisis posterior a cualquier otra epidemia. Enjambresintenta desarrollar dos ideas: la fuga de la adolescencia hacia la infancia, y la guerra de opiniones que hoy domina la realidad. María José es el personaje por el que atraviesan las ideas de la novela; ella se encuentra entre dos direcciones: la infancia que dejó, con sus hazañas y los columpios voladores, y el mundo adulto enfrentado en micros guerras generalizadas. Creo que la sociedad se está desintegrando para conformar numerosos enjambres. Se están conformando tantos grupos como opiniones. Toda opinión hoy es motivo para crear un enjambre. El ruido es el escudo que impide conocer los argumentos del “enemigo”. Bajo esta premisa quería escribir una novela donde aconteciera una guerra entre vecindarios. Todo se cuenta desde la perspectiva de estos cinco jóvenes que habitan la casa del bosque”.
“En la novela nunca se dice exactamente por qué estallaron estas micro guerras generalizadas. Las causas sobrevuelan en las preguntas de los personajes. Que nadie se llame a engaño. El capitalismo no está en crisis, pues en sí mismo opera como una crisis para mutar, cual epidemia, cada vez que necesita sostener su nivel de producción. El enemigo que antes nos inventaban bajo distintas formas, ideas o identidades, ahora es invisible. Nos quieren educar para que aprendamos a vivir en crisis, como si de pronto el gran poder hubiera decidido que el presente será el siglo de las crisis. El enemigo invisible tiene la particularidad de que nos permite darle forma al miedo y esa forma siempre la tendrá lo más inmediato: familiares, vecinos o incluso nosotros mismos”.
“La presencia de la libélula es algo importante en la novela. La libélula es la comprensión profunda del significado de la vida; en la novela María José imagina libélulas, pero también las ve en la realidad del bosque. Las libélulas acompañan las distintas huidas de María José, la necesidad de vuelo del personaje”.
“En Enjambresextraños insectos invaden el bosque; nada es lo que parece, la propia naturaleza se ha vuelto una cosa extraña para la mirada de las personas. Un zumbido se convierte en otro personaje. María José cree que detrás de ese zumbido hay una clave, una pregunta con la que todos los bandos acorralan a cuanto individuo encuentran en el camino: Y tú, ¿con quién estás?”.



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