Desde la década de los 90 se muestra lo que es la discriminación contra los gais en el Caribe |
Mientras el cine venezolano denuncia y fustiga a la homofobia con sus peliculas y las lleva a los festivales internacionales, donde además gana premios de prestigio, nuestro teatro también lo hace, o lo prosigue haciendo porque así lo comenzó Isaac Chocrón, en 1971, con esa pieza icónica que es La revolución, puesta en escena por Román Chalbaud.
No es gratuito, pues, que en este siglo los films criollos Azul y no tan rosa de Miguel Ferrari (2012), Pelo malo de Mariana Rondón (2013), y ahora Desde allá de Lorenzo Vigas (2015) sean un triángulo de oro cultural y mediático contra una de las más feroces discriminaciones, la homofobia.
El Grupo Actoral 80 (GA80), con su líder Héctor Manrique a la cabeza, ingresó oportunamente a la liza anti homofóbica con su excelente espectáculo teatral Fresa y chocolate, del cubano Senel Paz (1950). Muy bien actuado por Daniel Rodríguez, Juan Vicente Pérez y Wadih Hadaya, y con la pulcra producción de Carolina Rincón, el cual hace una temporada en el teatro Trasnocho Cultural.
HOMBRE NUEVO
El guión teatral de Fresa y chocolate - nació del cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo de Senel Paz, premiado en el concurso Juan Rulfo de 1990, y después se hizo cine (1994) gracia a los directores Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío- plasma la cruda realidad social de la Cuba revolucionaria, durante varias décadas del siglo XX. Revela la relación de amistad que brota y se establece entre Diego, artista gay que cree en la libertad y trata de ejercerla, y David, estudiante universitario cargado de prejuicios en contra de la homosexualidad, quien además sigue las orientaciones del régimen castrista. La personalidad racional y desenfadada y tierna de Diego penetra y conquista finalmente la mentalidad del revolucionario David, quien reevalúa sus concepciones no solo de la homosexualidad, sino también sobre lo que significa ser un auténtico revolucionario, a pesar de su homofóbico compañero Miguel quien planea utilizarlo para espiar a Diego, persona a quien el régimen considera "aberrante y peligrosa”. El desenlace es el nacimiento de una fuerte amistad entre Diego y David, quienes se separan porque el artista gay sale de la isla en pos de otras metas.
No tiene la obra teatral Fresa y chocolate un final edulcorado ni nada que se le parezca, solo una propuesta para que el público analice y asuma una posición, porque sí entre los antiguos romanos, griegos, chinos y egipcios la homosexualidad era solo una manifestación más de la sexualidad del ser humano, sin calificativos ni otra relevancia, las religiones judeocristianas y la era moderna hicieron cambiar tal situación, hasta castigar, censurar y prohibir tal expresión, por intermedio de la homofobia, que puede incluso llevar a la cárcel o a la muerte. En Cuba el odio ha disminuido porque incluso el comandante Fidel Castro admitió que su régimen se excedió y hasta una sobrina suya, Vilma Castro Espín, ahora es líder y defensora de los derechos de los LGTB.
TALENTOS VENEZOLANOS
El montaje venezolano que deja sin aliento al público por la veracidad de su representación, exalta el talento que como sobrio puestista y director de actores tiene Manrique y las notables condiciones que han desarrollado Rodríguez, Pérez y Hadaya. ¡Verlo es decir no a la homofobia!
Hay que recordar a los espectadores que aunque la homofobia está prohibida en Venezuela, según la Carta Magna de 1999, es una enfermedad psicosocial tan enraizada no solo en la comunidad venezolana, que pasarán muchas generaciones hasta que el respeto hacia los demás sea norma de vida, y son precisamente las artes, como el cine y el teatro, y la educación desprejuiciada las herramientas para lograrlo.
Y es por todo eso que Manrique y el GA 80 han escenificado Fresa y chocolate. Ellos creen y manifiestan que “la razón fundamental para montar esta obra es que en la sumatoria de todas las voluntades estará la solución de nuestros problemas como sociedad, en Fresa y chocolate se ejemplifica como la marginación sólo lleva a la fractura íntima y pública del hombre y esas fracturas y desarraigos llevan al empobrecimiento de las personas”. Y reiteran que “el amor es una fuerza modificadora. Creemos que si hay algo que le está haciendo falta a nuestra sociedad es el respeto a la vida, a las ideas de los demás, porque nos enriquecen”.
CRIMEN DE ODIO
A buena hora, el teatro y el cine criollos tercian y acentúan su presencia en la lucha que se libra en el mundo contra ese crimen de odio que es la homofobia; enfermedad psicosocial que se caracteriza por tener una profunda aversión hacia los homosexuales, otra más de las manifestaciones del fascismo. Conocen los teatreros que el mundo se divide entre países que persiguen la homosexualidad y los que reconocen y amparan los derechos de gays y lesbianas, pero que en unos y otros persiste el odio hacia las relaciones íntimas entre seres del mismo sexo. Y por eso que todos los hacedores de las artes escénicas están en combate.
GRAN VIGENCIA
En Cuba celebran aún el 20 aniversario del estreno de la película Fresa y Chocolate ,la cual puso a los cubanos frente a sus propios prejuicios sexuales. A pesar de esto, su protagonista, Jorge Perugorría, aseguró al diario español Público , que el estreno del film fue mágico, porque conectó con los espectadores desde el mismo día en que se presentó en el Festival de Cine de la Habana. Perugorría recuerda que entonces "éramos conscientes de que estábamos haciendo una película necesaria y ese era nuestro combustible", pero agrega que muchas veces se preguntaban si semejante crítica sería puesta en los cines. Incluso cuando presentábamos la película en Europa, en EEUU, en Japón, la gente se asombraba de que hubiéramos podido hacerla en Cuba. Rompió esquemas y demostró que Cuba estaba llena de contradicciones, de personas que pensaban diferente, practicaban religiones distintas, y, aunque tuvieran sus problemas, esa gente existía y constituían una sociedad llena de matices. Lamentablemente la película tiene todavía mucha vigencia en aspectos que uno quisiera que fueran cosas del pasado. Este país está inmerso en cambios pero todavía debemos seguir aprendiendo de “Fresa y Chocolate”. Aún no hemos llegado como sociedad a ese abrazo final de Diego y David, esa reconciliación respetando las diferencias entre dos personas que piensan distinto pero que pueden convivir e incluso ser amigos".